lunes, 2 de mayo de 2016

CADA DÍA SU AFÁN 7 de mayo de 2016


  LESBOS

“El Mar Egeo se ha convertido en una tumba para muchos refugiados”. Este lamento se repitió varias veces el sábado 16 de abril de 2016. Jerónimo, arzobispo de Atenas y de toda Grecia, Bartolomé, patriarca ecuménico de Constantinopla y el papa Francisco se dieron cita en la isla griega de Lesbos para lamentar la tragedia originada por los odios de unos, por la avaricia de otros y por la indiferencia de muchos otros.
Los tres pastores expresaban su solicitud por las personas que se han visto obligadas a dejar su patria y su casa para huir del hambre, de la persecución y de la muerte. Agradecían la hospitalidad de las buenas gentes de Grecia. Pero exigían a las autoridades internacionales una respuesta a esta situación de crisis.
El arzobispo Jerónimo II condenaba  los desplazamientos y denunciaba toda forma de desprecio a la persona: “Desde esta isla de Lesbos, espero que se inicie un movimiento mundial de conciencia para que cambien esta corriente actual los que manejan con sus manos la suerte de las naciones  y traigan la paz y la seguridad a todos los hogares, a todas las familias, a todos los ciudadanos”.
Impresionantes fueron las  palabras del patriarca Bartolomé I: “Los que tienen miedo de vosotros no os han mirado a los ojos. Los que tienen miedo de vosotros no os han mirado a la cara. Los que tienen miedo de vosotros no han mirado a vuestros niños. Olvidan que la dignidad y la libertad trascienden el miedo y la división… El mundo será juzgado por el modo como os ha tratado. Y nosotros seremos responsables de la manera como respondemos a la crisis y al conflicto en las regiones de las que procedéis… La paz no es el fin de la historia. La paz es el comienzo de una historia abierta al futuro”.
 Por su parte, el Papa Francisco  decía haber llegado a Lesbos con sus hermanos para escuchar las historias de los refugiados, para hablar abiertamente en nombre de ellos, de modo que el mundo preste atención a estas situaciones tan desesperadas, y responda de un modo digno de nuestra humanidad común.    Y añadía:
“Este es el mensaje que os quiero dejar hoy: ¡No perdáis la esperanza! El mayor don que nos podemos ofrecer es el amor: una mirada misericordiosa, la solicitud para escucharnos y entendernos, una palabra de aliento, una oración. Ojalá que podáis intercambiar mutuamente este don”.  
En su declaración conjunta, los tres lideres cristianos instaban a la comunidad internacional “para que la protección de vidas humanas sea una prioridad y que, a todos los niveles, se apoyen políticas de inclusión, que se extiendan a todas las comunidades religiosas”.  
Quiera Dios que ese deseo pueda ser escuchado por los que pueden cambiar el rumbo de la historia. Católicos y ortodoxos deben encontrarse en la tarea de colaborar en la búsqueda de la paz y la justicia y en el testimonio de la caridad.
                                         

                                               José-Román Flecha Andrés