DAR DE COMER AL HAMBRIENTO
1. Esta primera
obra de misericordia es seguramente la que primero viene a nuestra mente. Tal
vez porque nuestros mayores nos han hablado muchas veces de los llamados “años
del hambre”, con sus cartillas de racionamiento y sus dificultades para
encontrar alimentos.
Las hambrunas de
medio mundo nos causan escalofrío. Hay que reconocer un nuevo derecho
como es el de la soberanía o la
autonomía alimentaria. Hay personas que piensan que el hambre se debe a la escasez de alimentos,
causada a su vez por la falta de agua o por el avance imparable de los
desiertos.
Es
verdad que esos fenómenos son muy preocupantes. Pero no son la única causa del
hambre en el mundo. El Papa Francisco ha escandalizado a muchos al decir que no
faltan alimentos. Lo que falta es responsabilidad y solidaridad.
2.
El hambre aparece muchas veces en las páginas de la Biblia. Tratemos de
recordar algunos datos que configura la memoria milenaria de Israel y también
la de la comunidad cristiana.
Para
aliviar un tanto el hambre de los pobres, la Ley ordena a los segadores dejar
en el campo algunas espigas y a los viñadores dejar algunos racimos para que
puedan ser recogidos por los mas necesitados (Lev 19, 9-10; Dt 24, 19-22). Esa
norma constituye el núcleo del hermoso libro de Rut.
Jesús
deja claro que fue el hambre lo que movió al hijo pródigo a regresar a la saca
de su padre (Lc 15, 14-17). Justo en el capitulo siguiente se nos presenta a un
rico comilón que ignora escandalosamente a un mendigo llamado Lázaro, que yace
junto a su puerta (Lc 16, 19-20).
Finalmente,
el Señor nos revela que un día seremos juzgados por la decisión de dar de comer al hambriento o bien de
negarle esa ayuda (Mt 25, 35-42). Jesús se presenta como el rey que se
identifica con el hambriento. En el nos espera el Señor. En él espera nuestra
colaboración.
3.
Es hora de preguntarnos qué podemos
hacer para que esta obra de misericordia
se
convierta en un programa de justicia y un proyecto de fraternidad.
Una cuarta parte de la humanidad parece ocupada en promover un consumo desenfrenado y preocupada tanto
por mantener los precios como por llevar una dieta equilibrada. Mientras tanto,
tres cuartas partes de la humanidad están preocupadas por no morir de hambre
Esta
primera obra de misericordia nos exige
hoy informarnos de la presencia de los hambrientos en el mundo. Se nos exige
conocimiento y denuncia de las causas que favorecen el hambre en un mundo
marcado paradójicamente por la abundancia y por el despilfarro de los
alimentos.
El hambre de pan
o de arroz es una metáfora del hambre más profunda del ser humano. Hay muchas
personas que tienen hambre de cultura. Y otras muchas, están hambrientas de
afecto. La Madre Teresa de Calcuta decía: “En el mundo hay más hambre de amor y
de ser apreciado que de pan”.
José-Román Flecha Andrés