PABLO VI Y MARÍA
En algunos países del hemisferio norte
dedicamos el mes de mayo a María, la Madre de Jesús. Es un deleite evocar
algunas de las reflexiones que sobre ella compartía Pablo VI con los fieles en
los dos primeros años de su pontificado.
1. El
miércoles 14 de agosto de 1963, víspera de la fiesta de la Asunción de María a
los cielos, Pablo VI explicaba a los peregrinos que el culto a María es “introducción
y consecuencia del culto único y supremo que debemos a Jesucristo”. Es,
además, “garantía de nuestra fe en sus
misterios y en su misión”. Y, finalmente, es “expresión de nuestra adhesión a
la Iglesia, que tiene a María como su hija más santa y más bella y que
encuentra en María su imagen ideal”.
Según el Papa,
“todo esto nos llena de gozo y de esperanza y nos enseña a imitar a nuestra
Señora en sus virtudes, tan sublimes como humanas, y sobre todo en la virtud de
la fe y de la aceptación de la Palabra de Dios, que inicia en nuestras almas la
vida de Cristo”.
2. En la
audiencia general del miércoles 27 de mayo de 1964, Pablo VI menciona las reflexiones que el Concilio
estaba dedicando a la relación entre María y la Iglesia. Y añade que “en María,
llena de gracia, encontramos todas las riquezas que la Iglesia representa,
posee y dispensa; en María tenemos sobre todo la madre virginal de Cristo, y en
la Iglesia, la madre virginal de los
cristianos”. Según san Agustín, “María engendró físicamente la cabeza del
cuerpo místico, y la Iglesia engendra espiritualmente los miembros de aquella
cabeza”, que es Cristo.
3. En la
audiencia del día 7 de octubre de 1964, fiesta del Santo Rosario, Pablo VI cita
unas hermosas palabras de San Cirilo de
Alejandría: «Por ti (Maria), los Apóstoles predicaron a los pueblos
la doctrina de la salvación; por ti la santa Cruz es alabada y adorada en el
mundo entero; por ti los demonios son rechazados, y el hombre es llamado al
cielo; por ti toda criatura, asediada por los errores y por la idolatría, es
reconducida al conocimiento de la verdad; por ti los fieles han venido al
bautismo y en todas las partes del mundo han sido fundadas las Iglesias».
4. En la
audiencia general del 18 de noviembre de 1964
Pablo VI anuncia a los peregrinos que terminará la tercera sesión del Concilio con
la alegría de reconocer a María el título de Madre de la Iglesia. “Será este un
título que nos ayudará a celebrar a María Santísima como amorosa reina del
mundo, centro materno de la unidad, piadosa esperanza de nuestra salvación”.
A algunos les
pareció un gesto para satisfacer al grupo que no había visto recogidas por el
Concilio sus esperanzas de dedicar a María un documento propio. En estos años
hemos valorado más y más aquella decisión. El reconocimiento de la vinculación
de María a la Iglesia ha sido más fecundo de lo que se esperaba.
José-Román Flecha Andrés