lunes, 4 de abril de 2016

CADA DÍA SU AFÁN 9 de abril de 2016

    RESURRECCIÓN Y HUMANISMO
Por ahora se cumplen 50 años de aquella catequesis. El miércoles 13 de abril de 1966, Pablo VI recibía en la audiencia general a numerosos peregrinos. Aquellos días de Pascua le llevaban a pensar en dos cosas: en la resurrección del Señor y en la relación que nuestra vida tiene con ese hecho, con ese misterio.
En primer lugar, recordaba el Papa que todo lo que Jesucristo hizo y padeció no queda reducido a su vida particular, sino que forma parte de un plan divino que nos afecta también a nosotros. Jesús es el Redentor y toda su obra redentora tiene por finalidad nuestra salvación. Solemos referir esta verdad solo a la muerte del Señor. Pero no estamos habituados a ver que su resurrección nos afecta a nosotros. En nuestra vida de piedad no damos a la resurrección de Cristo la importancia salvadora que le corresponde.     
 En un segundo momento, Pablo VI se fijaba en el bautismo para afirmar que constituye la primera y fundamental relación entre la Pascua del Señor y nuestra pascua, entre su resurrección y la nuestra. San Pablo escribe que “cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte. Fuimos sepultados con él por el bautismo en la muerte, a fin de que al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos, por la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva”   (Rom. 6, 3-4).
Según Pablo VI, de esa inserción en Cristo nace nuestro título de cristianos. Cristiano es el que está bautizado. Y el bautizado es un ser humano que participa de un nuevo principio de vida, la vida misma de Cristo. Incorporado a Cristo, está marcado por un sello que no se borra más: el carácter de la imagen de Cristo, estampado en el alma, que lo califica como hijo de Dios (cf. Jn 1,12).  
Pero Pablo VI daba un paso más. Y afirmaba que tener un verdadero y exacto concepto del hombre es el problema capital y más difícil de la filosofía. El peligro más serio para la civilización es el de basarse en una concepción falsa o incompleta de la vida humana. Añadía el Papa que hoy se habla mucho de humanismo, es decir, de un progreso civil derivado de una determinada definición del hombre Pero se da una definición del hombre basada en  datos parciales   de tendencia biológico-materialista. 
La fe nos ofrece una definición  al decir que los bautizados somos cristianos,  ciudadanos de la Iglesia, hermanos de Cristo e hijos adoptivos de Dios. Este sentido de dignidad sagrada y asombrosa, este concepto luminoso y verdadero de la vida constituyen nuestra sabiduría y nos facilitan el compromiso que deriva de esta conciencia. 
Ahora bien, el comportamiento, la educación, el estilo moral y hasta el arte cristiano tienen su raíz en la conciencia de nuestra elevación sobrenatural, mediante el bautismo, que nos ha hecho partícipes  de la Pascua de Cristo, de su muerte redentora y de su resurrección que nos regenera.
                                                               José-Román Flecha Amdrés