ANTE
EL DÍA DEL TRABAJO
“Por el trabajo el hombre se une a sus
hermanos y les presta un servicio, puede practicar la verdadera caridad y
cooperar al perfeccionamiento de la creación divina”. Con motivo de la
celebración de la fiesta del trabajo, es importante recordar estas afirmaciones
del Concilio Vaticano II.
En el mismo contexto, se subraya el
deber de la sociedad de ayudar a los
ciudadanos (…) para que puedan encontrar la oportunidad de un trabajo
suficiente (GS 67). Como sabemos, la constitución conciliar sobre la Iglesia en
el mundo de hoy fue aprobada el día 7 de diciembre de 1965.
Pues bien, exactamente cuatro meses
después el papa Pablo VI dirigía una carta a la XXV Semana Social Española. En
ella se incluía un párrafo que parece no haber perdido actualidad: “La política
de rentas ha de ser estudiada en estrecha dependencia de la renta nacional, y
ha de ser siempre orientada a satisfacer las justas aspiraciones de las
categorías sociales más necesitadas, de modo particular de aquellas que con su
aportación de trabajo, contribuyen a la expansión económica, de tal modo que la
estructura social del país, siguiendo las proporciones de la estructura
económica, pueda estar cada vez más al servicio del perfeccionamiento de la
persona humana”.
Eran tiempos de expansión económica,
mientras que ahora vivimos en tiempos de crisis. Es cierto. Pero el primer
principio sigue siendo válido. Ante el ambiente de corrupción o de fuga de
capitales hay que plantearse la necesidad moral de atender a las clases
sociales más necesitadas.
El segundo principio parece más
abstracto, pero es el fundamento de la eticidad de la actividad económica y de
la profesión política. Es preciso orientar todas las fuerzas y compromisos,
todos los proyectos y todos los intereses al logro del perfeccionamiento de la
persona humana.
Dos
meses más tarde se cumplían setenta y
cinco años de la publicación de la encíclica “Rerum novarum”, del papa León
XIII.
Con ese motivo, Pablo VI recordaba a los
trabajadores que “la Iglesia ha hablado de las relaciones entre capital y
trabajo, se ha pronunciado sobre el contrato de trabajo, el salario, la
asistencia, el derecho familiar, la propiedad privada, el ahorro y sobre
numerosas cuestiones prácticas relacionadas con las honestas y legítimas
necesidades de la vida”.
Las orientaciones de la doctrina social
de la Iglesia sobre estos temas son casi siempre ignoradas y con frecuencia
despreciadas. No se trata aquí de esbozar ni un lamento ni una crítica.
Por todas partes vemos las consecuencias
del olvido de la moralidad. A los cincuenta años de aquellas declaraciones de
Pablo VI debemos preguntamos si la norma
ética no será necesaria para reorientar las inversiones y las actividades
económicas, así como las orientaciones políticas.
José-Román
Flecha Andrés