miércoles, 13 de abril de 2016

CADA DÍA SU AFÁN -16 de abril de 2016

POVEDA
Ha llegado a las salas de cine la película “Poveda”, dirigida por Pablo Moreno. A pesar de la escasez de recursos con que cuenta la empresa productora, es una presentación muy digna y hasta conmovedora de la figura del sacerdote Pedro Poveda Castroverde. Nacido en Linares en 1874, sería asesinado en Madrid el día 28 de julio de 1936.
Unido a la Institución Teresiana por vínculos familiares y afectivos, siempre he tenido en el corazón el ejemplo de aquel sacerdote admirable. Su sencilla obra “Para los niños” fue mi primer libro de lectura. A él debo mi inclinación a ver la ética y la moral desde el lado positivo de las virtudes. Releo con gusto aquellas páginas marcadas por mis trazos de niño:
“El niño soberbio e hinchado mueve a desprecio”. “Si desde niño no aprendes a vencer el amor propio, serás víctima de él, y te harás insoportable a todos”. “Si quieres obrar con prudencia, piensa mucho las cosas y pregunta antes de decidirte”. “Bueno será que entiendas desde los primeros años que la vida está sembrada de sufrimientos y amarguras”.
A los acomodados de su tiempo les molestaba la atención que el joven sacerdote Pedro Poveda dedicaba a los marginados que vivían en “las periferias existenciales” de las cuevas de Guadix. Andando el tiempo, me conmovió visitar aquel lugar. Ahora vemos que su gesto era una profecía de esa salida que el Papa Francisco pide hoy a toda la Iglesia.
 Es admirable la esforzada lucha de Poveda para promover la emancipación de la mujer de viejos estereotipos y su integración en todos los ámbitos de la vida social. Pero aquel propósito es, además, un anticipo de las sugerencias conciliares sobre la responsabilidad de los laicos en la vida de la Iglesia y en todos los campos de la sociedad.
Su interés en articular las estructuras necesarias para llevar a cabo una educación integral hacen de él un pedagono y humanista que no puede ser olvidado, como lo ha reconocido la UNESCO. Con gusto hice notar su importancia en el estudio que me pidió el profesor Laín Entralgo para la “Historia de España” de Menéndez Pidal.
El día de su beatificación percibí la oportunidad de crear en la Universidad Pontificia de Salamanca una cátedra que evocara su nombre, su vocación y su profecía. El diálogo entre la fe y la ciencia es una tarea imprescindible que ha de evitar los fundamentalismos que tientan siempre a las dos partes.
El día en que asistí a su canonización en Madrid (4.5.2003), pensaba, sobre todo, en el ejemplo de vida sacerdotal que nos había dejado. Hoy, a la vista de la nueva “era de los mártires” por la que estamos atravesando, creo que es el momento de meditar la frase de san Pablo que Pedro Poveda convirtió en su lema personal: “creí, por eso hablé”.


                                José-Román Flecha Andrés