lunes, 28 de marzo de 2016

CADA DÍA SU AFÁN 2 de abril de 2016

                                         

DOS INDIFERENCIAS

Después de la santa misa habían recitado una oración habitual: “Señor, enséñame a ser generoso. Enséñame a servirte como lo mereces; a dar y no calcular el costo, a luchar y no prestar atención a las heridas, a esforzarme y no buscar descanso, a trabajar y no pedir recompensa, excepto saber que hago tu voluntad”.
Poco después estaban ya sirviendo el desayuno a los ancianos pobres a los que atendían cada día. Se llamaban Anselm, Reginette, Margarita y Judith. Procedían una de la India, otra de Kenya y las otras dos de Nigeria. Pertenecían a la congregación de las Misioneras de la Caridad, fundada por la Madre Teresa de Calcuta. Y fueron asesinadas a sangre fría el viernes día 4 de marzo de este año 2016 en Adén, Yemen, al sur de la península arábiga.
  Sus asesinos las condenaron por proselitismo religioso, algo que nunca han pretendido. Bien sabían ellas que el pobre tiene su dignidad, con independencia de su raza o de su religión.
Junto a estas misioneras, sus asesinos dieron muerte a empleados de la casa y a los ancianos que pretendieron defenderlas. La superiora de la casa se salvó por milagro. Y el  sacerdote salesiano, Tom Uzhunnalil, que había celebrado la eucaristía fue secuestrado. Era el  último que permanecía en Aden tras el incendio de su parroquia en el septiembre pasado.
Cuatro religiosas, más doce muertos más ¿qué pueden importar al mundo? Junto a los 7000 cristianos asesinados durante el año 2015, este es un incidente más. “Efectos colaterales”, los llaman en este tiempo.
 El domingo, día 6, después del Ángelus, el Papa Francisco, afirmó que las cuatro monjas asesinadas eran víctimas de sus verdugos pero también de "la indiferencia, de esta globalización de la indiferencia, del ‘no importa’".  Estos mártires asesinados cada día tan solo por  ser cristianos "no son portada de los periódicos, no son noticia". Por una parte, el odio a la fe cristiana. Por otra parte, la indiferencia ante el odio que mata a los cristianos.
El mundo se conmueve cuando se ataca el derecho a la información. Pero ni siquiera pestañea cuando se aplasta el derecho a la libertad religiosa. Nuestra sensibilidad revela nuestros intereses y, al fin,  nuestra misma identidad.
Pero tras esta trágica noticia nos sorprende la declaración de la hermana Cyrene, provincial para Italia de las Misioneras de la Caridad: “Si estamos solas y no tenemos personas a las que cuidar, ante el peligro, cambiamos de lugar, vamos a otra parte. Pero si tenemos a los pobres, los enfermos, los paralíticos… ¿cómo podríamos?” Y añade con sencillez que  “lo que realmente hace daño es la indiferencia en el corazón de tanta gente por las condiciones y la suerte que corren los pobres y los últimos”. Ese es el otro desafío a nuestra adormilada conciencia.
                                                                             José-Román Flecha Andrés