lunes, 11 de enero de 2016

CADA DÍA SU AFÁN 16 de enero de 2016

           MIGRACIÓN Y MISERICORDIA
«Emigrantes y refugiados nos interpelan”. Ese es el lema del mensaje que el Papa Francisco ha escrito para la Jornada Mundial de las migraciones, que se celebra el día 17 de enero de este año 2016.
1. En su primera parte, el mensaje nos recuerda que “los flujos migratorios están en continuo aumento en todas las áreas del planeta: refugiados y personas que escapan de su propia patria interpelan a cada uno y a las colectividades, desafiando el modo tradicional de vivir y, a veces, trastornando el horizonte cultural y social con el cual se confrontan”.
Las causas de este fenómeno van desde la pobreza hasta la persecución racial o religiosa, desde la violencia social o sexual hasta el tráfico de órganos. Muchos emigrantes “sufren el ultraje de los traficantes de personas humanas en el viaje hacia el sueño de un futuro mejor”.  
Pero las pesadillas no terminan ahí. En los países de destino, se ven como personas sospechosas. Y a veces descubren que no hay normas claras  que “regulen la acogida y prevean vías de integración a corto y largo plazo, con atención a los derechos y a los deberes de todos”.    
2. En un segundo momento, el Papa Francisco, nos recuerda que “el Evangelio de la misericordia interpela las conciencias, impide que se habitúen al sufrimiento del otro e indica caminos de respuesta que se fundan en las virtudes teologales de la fe, de la esperanza y de la caridad, desplegándose en las obras de misericordia espirituales y corporales”.
Recibida de Dios, la misericordia alimenta y robustece la solidaridad hacia el prójimo. Todos somos custodios de nuestros hermanos y hermanas, de los que recibimos dones insospechados. No podemos olvidar que “la hospitalidad, de hecho, vive del dar y del recibir”. En la acogida del extranjero, se  abren las puertas a Dios, y en el rostro del otro se manifiestan los rasgos de Jesucristo.   
3. Finalmente el Papa Francisco nos sugiere algunas actitudes y prácticas concretas. Hay que evitar el riesgo de la discriminación, del racismo, del nacionalismo extremo o de la xenofobia. Más que mirar a su situación de regulares o irregulares, hay que ver a los inmigrantes   como personas.  
Además del derecho a emigrar, habrá que reconocer y promover el derecho a no tener que emigrar para contribuir al desarrollo del país de origen. Claro que eso incluye  el de ayudar a los países del cual salen los emigrantes y los prófugos.
Es hora de practicar la solidaridad, la cooperación, la interdependencia internacional y la distribución equitativa de los bienes de la tierra.  “En todo caso, es necesario evitar, posiblemente ya en su origen, la huida de los prófugos y los éxodos provocados por la pobreza, por la violencia y por la persecución”.
No olvidemos que el encuentro y la acogida del otro se entrecruzan con el encuentro y la acogida de Dios. Acoger al otro es acoger a Dios en persona.  Así nos lo dijo el Señor.  
                                                      José-Román Flecha Andrés