miércoles, 22 de abril de 2015

LECTIO DIVINA-JUEVES 3ª SEMANA DE PASCUA

Jueves III
Hch 8,26-40
Jn 6,44-51                                                                                                                       ABRIL 23                                                                            
Jesús les dijo: “Nadie puede venir a mí si no lo trae el Padre, que me ha enviado; y yo lo resucitaré el día último. En los libros de los profetas se dice: ‘Dios instruirá a todos.’ Así que todos los que escuchan al Padre y aprenden de él vienen a mí. No es que alguien haya visto al Padre. El único que ha visto al Padre es el que ha venido de Dios. Os aseguro que quien cree tiene vida eterna. Yo soy el pan que da vida. Vuestros antepasados comieron el maná en el desierto, y sin embargo murieron; pero yo hablo del pan que baja del cielo para que quien coma de él no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. El pan que yo daré es mi propio cuerpo. Lo daré por la vida del mundo”.

Preparación: El desierto es la tierra del despojo. Y de la más profunda verdad del ser humano. El desierto fue para el pueblo de Israel el lugar del encuentro con su Dios. El pan que entrega el Señor es fuente de vida. 

Lectura: La primera lectura evoca la misión evangelizadora de Felipe. Su fe es contagiosa y atrae a un viajero ilustre que regresa de su peregrinación a Jerusalén. En el evangelio se recoge la reacción de los judíos ante la revelación  de Jesús como el pan bajado del cielo. “¿Cómo dice que ha bajado del cielo?” Como las gentes de Nazaret, los judíos no pueden reconocer como venido del cielo a un hombre cuyos orígenes terrenos creen conocer. Jesús no parece extrañarse por esa desconfianza. Conoce bien de dónde brota. No se la reprocha, pero marca el camino recto para llegar a él.

Meditación: El texto evangélico pone en boca de Jesús una frase negativa y otra positiva, en las que se contraponen el “nadie” y el “todos”: • “Nadie puede venir a mí si no lo trae el Padre que me ha enviado”. Es imposible llegar a reconocer y aceptar por las propias fuerzas el mesianismo de Jesús. Venir a Jesús es la clave y el sentido de la fe cristiana. • “Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende, viene a mí”. Escuchar humildemente al Padre celestial y dejarse guiar por su voluntad: ése es el requisito y la condición para venir a Jesús.

Oración: Señor Jesús, te reconocemos como el Mesías enviado por el Padre. Que el don de la fe nos ayude a buscarte y encontrarte. Y que tu pan nos mantenga en la vida sin fin que brota de ti. Amén.

Contemplación: De nuevo contemplamos a Jesús en la sinagoga de Cafarnaún. Él se presenta a sí mismo como el pan de la vida: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo”.  • “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo”. Jesús es el nuevo maná que el Padre ha entregado al pueblo de la nueva alianza. Gracias a él puede  sostenerse en  su peregrinación. •  “El que coma de este pan vivirá para siempre”. Los que se alimentaron del maná pudieron satisfacer su hambre, pero al fin murieron. En cambio, quien se alimenta del pan del Señor vive para siempre. • “El pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo”. El pan que Jesús ofrece a su pueblo es su propia carne, es decir su propia vida. Él se entrega por su pueblo y por todo el mundo.

Acción: Hoy nos preguntamos si, al celebrar la eucaristía, somos conscientes de recibir como alimento la carne de Cristo, su vida y el espíritu que nos hace vivir de su vida.

                                                             José-Román Flecha Andrés