viernes, 27 de marzo de 2015

LECTIO DIVINA- SÁBADO 5ª SEMANA DE CUARESMA

Sábado V

Ez 37,21-28
Jn 11,45-57
MARZO 28

Al ver lo que Jesús había hecho, creyeron en él muchos de los judíos que habían ido a acompañar a María. Pero algunos fueron a contar a los fariseos lo hecho por Jesús. Entonces los fariseos y los jefes de los sacerdotes, reunidos con la Junta Suprema, dijeron: “¿Qué haremos? Este hombre está haciendo muchas señales milagrosas. Si le dejamos seguir así, todos van a creer en él, y las autoridades romanas vendrán y destruirán nuestro templo y nuestra nación”. Pero uno de ellos llamado Caifás, sumo sacerdote aquel año, les dijo: “Vosotros no sabéis nada. No os dais cuenta de que es mejor para vosotros que muera un solo hombre por el pueblo y no que toda la nación sea destruida”. Pero Caifás no habló así por su propia cuenta, sino que, como era sumo sacerdote aquel año, dijo proféticamente que Jesús había de morir por la nación judía, y no sólo por esta nación, sino también para reunir a todos los hijos de Dios que se hallaban dispersos. Desde aquel día, las autoridades judías tomaron la decisión de matar a Jesús. Por eso, Jesús ya no andaba públicamente entre los judíos, sino que se marchó de la región de Judea a un lugar cercano al desierto, a un pueblo llamado Efraín. Allí se quedó con sus discípulos. Faltaba poco para la fiesta de la Pascua de los judíos, y mucha gente de los pueblos se dirigía a Jerusalén, a celebrar antes de la Pascua los ritos de purificación. Andaban buscando a Jesús, y se preguntaban unos a otros en el templo: “¿Qué os parece? ¿Vendrá a la fiesta, o no?”. Los fariseos y los jefes de los sacerdotes habían dado orden de que, si alguien sabía dónde estaba Jesús, lo dijera, para poder apresarle.

Preparación: Algunos amigos nuestros han empezado sus “vacaciones de primavera”. La secularización de esta sociedad pretende hacernos olvidar lo que celebramos durante la Semana Santa. El evangelio de hoy señala que “se acercaba la Pascua de los judíos”. Ahora se acerca la Pascua de los cristianos. Preparemos el corazón para celebrar los misterios de nuestra Redención.

Lectura: Según el profeta Ezequiel, el Señor se compromete a hacer regresar del exilio a su pueblo. Lo librará de sus pecados y de las tentaciones de la idolatría y renovará su alianza. Y añade el oráculo: “Con ellos moraré, yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo”. El evangelio de Juan nos traslada a los días que siguieron a la resurrección de Lázaro. La reacción de los fariseos y del sanedrín parece marcada por el miedo al poder romano. Los milagros de Jesús suscitarán la fe de muchos. Y ese movimiento puede desencadenar la ruina del templo y aun de la nación entera. Para Ezequiel la fe en Dios era una bendición. Para los fariseos, la fe en Cristo es una amenaza.

Meditación: En el sanedrín toma la palabra el sumo sacerdote Caifás: “No os dais cuenta de que es mejor para vosotros que muera un solo hombre por el pueblo y no que toda la nación sea destruida”. Ese razonamiento “político” ha sido y es habitual en todos los tiempos y lugares. Pero el mismo evangelio atribuye a esta frase un alcance profético. “Jesús había de morir no solo por la nación judía, sino también para reunir a todos los hijos de Dios que se hallaban dispersos”. Jesús es el gran signo de reconciliación. Él murió por todos, judíos y paganos, creyentes y no creyentes. Quienes creen en él forman del nuevo pueblo de Dios, sea cual sea su lugar de procedencia. Jesús murió también por cada uno de nosotros.

Oración: “Señor, tú que realizas sin cesar la salvación de los hombres y concedes a tu pueblo, en los días de Cuaresma, gracias más abundantes, dígnate mirar con amor a tus elegidos y concede tu auxilio protector a los catecúmenos. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén”.

Contemplación: El evangelio de hoy habla de las autoridades judías, que deciden dar muerte a Jesús. Habla de los peregrinos que suben a Jerusalén y buscan sinceramente a Jesús. Y habla también del mismo Jesús. Lo contemplamos en este día como el gran profeta silencioso. Ha pronunciado su mensaje. Se ha revelado como el Hijo del Padre, ha apelado al testimonio de las obras que el Padre le ha confiado. Ahora sólo queda el tiempo del silencio. Y la espera de la hora de su sacrificio.

Acción: Podemos preguntarnos cómo podemos organizar algunos espacios de silencio y de oración a lo largo de esta Semana Santa.
                                                                            José-Román Flecha Andrés