Jueves V
Gn 17,3-9
Jn 8,51-59
MARZO 26
En aquel tiempo dijo Jesús: “Os aseguro que quien hace
caso a mi palabra no morirá”. Los judíos le dijeron: “Ahora estamos seguros de
que tienes un demonio. Abraham y todos los profetas murieron, y tú dices:
‘Quien hace caso a mi palabra no morirá’. ¿Acaso eres tú más que nuestro padre
Abraham? Él murió, y murieron también los profetas. ¿Quién te has creído que
eres?”. Jesús contestó: “Si yo me honrase a mí mismo, mi honra no valdría nada.
Pero el que me honra es mi Padre, el mismo que decís que es vuestro Dios. Pero
vosotros no le conocéis. Yo sí le conozco, y si dijera que no le conozco sería
tan mentiroso como vosotros. Pero, ciertamente, le conozco y hago caso a su
palabra. Abraham, vuestro antepasado, se alegró porque iba a ver mi día: y lo
vio, y se llenó de gozo”. Los judíos preguntaron a Jesús: “Si todavía no tienes
cincuenta años, ¿cómo dices que has visto a Abraham?”. Jesús les contestó: “Os
aseguro que yo existo desde antes que existiera Abraham”. Entonces ellos
cogieron piedras para arrojárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo.
Preparación: “Este hecho, absurdo en apariencia e
impensable, de Jesús, Hijo de Dios, venido al mundo, no reconocido ni aceptado,
sino por el contrario odiado y muerto, se repite, se prolonga. Es una realidad
histórica con una continuación: llega hasta nosotros”. Así comentaba Pablo VI ,
el 4 de abril de 1965, el evangelio que hoy se proclama. El rechazo a Jesús y
su mensaje continúa.
Lectura: El texto tomado del libro del Génesis
recoge las cuatro promesas que Dios hace a Abraham: “Te haré crecer sin medida…
Cumpliré mi pacto contigo… Seré tu Dios y el de tus descendientes… Os daré la
tierra en que peregrinas”. En el
evangelio Jesús afirma: “Os aseguro que quien hace caso a mi palabra no
morirá”. Esa oferta de una vida sin limites es escandalosa por chocar contra la
memoria histórica y contra la experiencia diaria. Los judíos le replican: “Ahora
estamos seguros de que tienes un demonio. Abraham y todos los profetas
murieron, y tú dices: ‘Quien hace caso a mi palabra no morirá’. Ahí se
encuentra el nudo de la discusión.
Meditación: La tradición judía afirmaba que Abraham
gozaba del don de conocer el futuro de la era mesiánica. Tal vez por eso dice
Jesús que Abraham, antepasado de los judíos, se alegró porque
iba a ver su día: “y lo vio, y se llenó de gozo”. En cambio, los que se glorían
de ser hijos de Abraham se proponen matar a Jesús, por hacerse hijo de Dios y
prometer librar de la muerte a los que crean en su palabra. La mujer samarita
preguntaba a Jesús si era él mayor que Jacob, que había excavado el pozo de
Sicar. Ahora los judíos le preguntan si él es mayor que Abraham y los profetas.
Oración: Señor Jesús, Abraham se alegró al esperar
tu llegada en la culminación de los tiempos. Que nosotros podamos dar
testimonio de ti al por la alegría de conocer tu mensaje y participar de tu
vida. Amén.
Contemplación: Nuestra oración nos hace presentes en la
escena. Seguimos contemplando a Jesús como Maestro. Vemos que sus oyentes lo
consideran un blasfemo. Por eso tratan de apedrearlo, como en otro tiempo
hicieron con Nabot. Pero Jesús no ha de ser ejecutado mediante lapidación.
Jesús ha de ser levantado en alto, como él mismo ha dicho. Llegó al templo en
secreto y ahora abandona el templo y se escabulle silenciosamente.
Evidentemente, muchos de su pueblo no han reconocido la hora de la visita de
Jesús a la ciudad de Jerusalén.
Acción: En el Credo afirmamos que Jesús es el
“Hijo único de Dios”. Con el fin de ampliar la reflexión sobre las afirmaciones
que se encuentran en los evangelios de esta semana, se puede leer el Catecismo de la Iglesia Católica, nn.
441-445.
José-Román Flecha Andrés