SABIDURÍA DEL CORAZÓN
La
Jornada Mundial del Enfermo, instituida
por san Juan Pablo II en 1992, se celebra el 11 de febrero, festividad de la
Virgen de Lourdes. En este año 2015, el mensaje del Papa Francisco, dirigido a
los enfermos, a los profesionales y voluntarios en el ámbito sanitario, lleva
por título “Sabiduría del corazón para reconocer en los enfermos la imagen de
Dios”.
Esta
sabiduría no es un conocimiento teórico, abstracto, fruto de razonamientos. Es
una actitud infundida por el Espíritu Santo en la mente y en el corazón de
quien sabe abrirse al sufrimiento de los hermanos y reconocer en ellos la
imagen de Dios. A la luz de este don de Dios, se pueden aprender al menos cuatro lecciones importantes.
•
Sabiduría del corazón es servir al hermano. A veces el enfermo necesita
ayuda para lavarse, vestirse o
alimentarse. “Es relativamente fácil servir por algunos días, pero es difícil
cuidar de una persona durante meses o durante años, incluso cuando ella ya no
es capaz de agradecer”. Sin embargo, esa ayuda es camino de santificación,
experiencia de la cercanía del Señor, y manifestación de la misión integral de
la Iglesia.
• Sabiduría del corazón es estar con el hermano. Ese
tiempo que se pasa junto al enfermo es
alabanza a Dios y concreción del seguimiento de Cristo que se hizo
nuestro servidor. Ese acompañamiento, con frecuencia silencioso, expresa al
enfermo nuestro amor y nuestro consuelo. En este contexto descubrimos la
mentira de las palabras sobre la calidad de vida, cuando se sugiere “que
las vidas gravemente afligidas por enfermedades no serían dignas de ser
vividas”.
• Sabiduría del corazón es salir de sí hacia el
hermano. En este mundo, marcado por la
prisa, se olvida la belleza de la gratuidad, del ocuparse del hermano, del
hacerse cargo del paciente. “En el fondo, detrás de esta actitud hay con
frecuencia una fe tibia, que ha olvidado aquella palabra del Señor, que dice:
''A mí me lo hicisteis''.
•
Sabiduría del corazón es ser solidarios con el hermano sin juzgarlo. La caridad
tiene necesidad de tiempo. Tiempo para curar a los enfermos y tiempo para
visitarles. Tiempo para estar junto a ellos con una caridad que no juzga, que no pretende
convertir al otro y que no busca la aprobación ajena ni la autocomplacencia por
el bien realizado.
En
la cruz de Jesús se nos revela la solidaridad de Dios con nosotros y su
misericordia gratuita. A esa luz, también la experiencia del dolor puede
ayudarnos a percibir la gracia y a
lograr y reforzar la sabiduría del corazón.
El mensaje del Papa Francisco termina con una hermosa oración que habrá
que repetir con frecuencia:
“Oh
María, Sede de la Sabiduría, intercede, como Madre nuestra por todos los
enfermos y los que se ocupan de ellos. Haz que en el servicio al prójimo que
sufre y a través de la misma experiencia del dolor, podamos acoger y hacer
crecer en nosotros la verdadera sabiduría del corazón”.
José-Román
Flecha Andrés