Nm 6,22-27: “Que el Señor te bendiga y te proteja”
Ga 4,4-7: “Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer”
Lc 2,16-21: “María guardaba todo esto en su corazón”
ENERO 1
En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo y
encontraron a María, a José y al niño acostado en el pesebre. Al verlo se
pusieron a contar lo que el ángel les había dicho acerca del niño, y todos los
que lo oían se admiraban de lo que decían los pastores. María guardaba todo
esto en su corazón, y lo tenía muy presente. Los pastores, por su parte,
regresaron dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían visto y oído,
pues todo sucedió como se les había dicho. A los ocho días circuncidaron al
niño y le pusieron por nombre Jesús, el mismo nombre que el ángel había dicho a
María antes de que estuviera encinta.
Preparación: El primer día de enero marca el comienzo del nuevo año
civil. Es una ocasión privilegiada para formular buenos propósitos e
intercambiar los mejores deseos. Pablo VI decidió fijar en este día la Jornada
de la Paz. En esta ocasión el papa Francisco nos ha invitado a ver que el camino de la paz pasa por la afirmación de
la fraternidad humana. Ese ideal orienta nuestra oración en este día, bajo la
mirada protectora de Santa María, Madre de Dios.
Lectura: La Jornada de la Paz queda iluminada por la antigua
bendición que Dios dicta a Aarón para que se convierte en fórmula sagrada: El
Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su
favor; el Señor se fije en ti y te conceda la paz”. Un deseo que ponemos bajo
la intercesión de María, de la cual nació Jesús para que recibiéramos el ser
hijos por adopción, como hoy nos recuerda San Pablo. El texto evangélico nos
presenta a los pastores que acuden a Belén y descubren al Niño acostado en un
pesebre. Ante el relato y la alabanza de estos humildes testigos, María
conserva todo esto y lo medita en su corazón.
Meditación: Sabemos que los pastores no eran admitidos como testigos
en los tribunales de su tiempo. Se pensaba que no eran fiables. Pero Dios ha
elegido a los humildes para que sean los primeros testigos y anunciadores de la
“Buena Noticia” del nacimiento del Salvador. En ellos comienza la
“evangelización”. Pero en esta escena, María ocupa un puesto importante e
insustituible. Ella había sido saludada como “creyente” por su pariente Isabel.
Como dice san Agustín, “la Palabra de Dios se hizo vida en su vientre porque
antes se había hecho verdad en su mente”. Ahora conserva y medita en su corazón
los hechos y las palabras que constituyen la “Buena Noticia”. Conservar el
misterio de la salvación significa agradecer el don de la fe y preservarlo en su
integridad. Meditar en el corazón los hechos y el mensaje de la salvación
requiere una atención cordial a su sentido más profundo.
Oración: “Dios y Señor nuestro, que por la maternidad virginal de
María entregaste a los hombres los bienes de la salvación, concédenos
experimentar la intercesión de aquella de quien hemos recibido a tu Hijo
Jesucristo, el autor de la vida”. Amén.
Contemplación: En la catacumba romana de Priscila se encuentra la
primera representación de María, que mantiene entre sus brazos al Niño Jesús.
Esa imagen acompaña nuestra contemplación.
La figura y la misión de María es inseparable de la figura y de la
misión de su Hijo. A ella se dirige la oración de la Iglesia, con el amor que
se debe a la Madre de Jesús, Hijo de Dios: “Santa María, Madre de Dios, ruega
por nosotros pecadores”. Alcánzanos el don de la fe, mantén el ritmo de nuestra
espera y el tono filial de nuestra esperanza e implora para nosotros el regalo
del amor. Estas virtudes te convierten en modelo e icono de la Iglesia, llamada
a dar testimonio de la fraternidad universal.
Acción: Recordemos la reciente llamada del papa Francisco a
ayunar y orar por la paz. Prestemos atención a los lugares en los que estallan
en este momento los más sangrantes conflictos. Y pensemos qué podemos hacer
para disminuir la agresividad entre nosotros y para promover la paz en el
mundo.
José-Román Flecha Andrés