PABLO VI Y EL VALOR DE LA VIDA HUMANA
Pabló VI amó
profundamente a Cristo y a su Iglesia. Pero amó también a este mundo nuestro,
tan admirable por sus pasos técnicos como escandaloso por su desprecio a la
vida.
De hecho, el día 22 de mayo
de 1974, Pablo VI lamentaba la discriminación racial, propugnaba el
reconocimiento del derecho a la igualdad entre todos los hombres y subrayaba el
“inapreciable derecho a la vida” que, por ser fundamental, ha de ser reafirmado una y otra vez.
En 1973 se había abierto el
camino para introducir dos ataques a la vida humana en los sistemas legales de
los Estados occidentales. Por eso, exigía el Papa la condenación de “esa
aberración masiva que consiste en la destrucción de la vida humana inocente,
sea cual sea el estadio en el que se encuentre, por medio de los repugnantes
crímenes del aborto o la eutanasia”.
La carrera de la muerte
estaba en marcha. En su discurso con motivo de la Jornada de la Paz del año
1977 recordaba una contradicción paradójica en la defensa de los derechos
humanos. Si bien se exaltaba el valor de
la vida humana, se imponía al mismo tiempo su progresivo desprecio.
Es inolvidable el estilo interpelante e incisivo que
distinguía los discursos y alocuciones de Pablo VI. En este caso introducía él
cinco interrogantes que no han perdido su fuerza y su verdad:
• “¿Podemos silenciar la
legalización del aborto, admitida y protegida en varios países?”
• “¿No es una vida humana
verdadera y propia la que en su misma concepción se enciende en el seno
materno?”
• “¿Y no tendrá necesidad de
todo cuidado, de todo amor, y no está ya inscrita en el libro divino sobre los
destinos de la Humanidad?”
• “¿Qué medicina, qué oropel
legal podrá jamás adormecer el remordimiento de una mujer que, libre y
conscientemente, se ha convertido en infanticida en el fruto de su seno?”
He ahí cinco preguntas cuya
verdad y vigor no pueden silenciar ni la propaganda de las instalaciones
abortivas ni el cinismo de los políticos de turno, temerosos de perder unos
votos.
En su catequesis pronunciada
en la audiencia general del día 7 de junio de 1978, Pablo VI recordaba la
enseñanza multisecular de la Iglesia sobre este tema: la vida humana es un
derecho fundamental de la persona humana. Y este derecho a la vida ha de ser
respetado por todos y especialmente por cuantos se profesan católicos.
Como se sabe, la llamada
“Epístola a Diogneto”, condena ya en el siglo II todo ataque voluntario directo
contra la vida inocente, desde el primer instante de su existencia, y sea cual sea la fase en que se encuentra.
Estas palabras eran
recordadas por Pablo VI. Pero todavía hoy son rechazadas por los movimientos
abortistas, por muchos medios de comunicación y también por la legislación de
numerosos países en el mundo.
No es extraño que muchos de
ellos no tengan escrúpulos en violar abiertamente los demás derechos, que
brotan de este y de él reciben orientación y fundamento.
José-Román
Flecha Andrés