19 de octubre de 2014
BEATIFICACIÓN
DE PABLO VI
LA EVANGELIZACIÓN SEGÚN PABLO VI
La exhortación
apostólica Evangelii nuntiandi, de
Pablo VI fue publicada el día 8 de diciembre de 1975, décimo aniversario de la
clausura del Concilio. El documento se
refiere a la cuestión fundamental que la Iglesia se plantea hoy, como es su
propia capacidad para anunciar el Evangelio e insertarlo en el corazón del
hombre, con convicción, con libertad de espíritu y con eficacia (cf. EN
4).
Jesús mismo es el evangelizador y el
evangelio de Dios. Anuncia el reino de Dios, algo tan importante que
hace que todo se convierta en "lo demás" (EN 8). Nacida de la misión
de Jesucristo, la Iglesia es a su vez enviada por Él como un signo, opaco y
luminoso a la vez, de la presencia de Jesucristo. El
Papa añade que “la tarea de evangelizar no se cumple sin la Iglesia, ni
mucho menos contra ella” (EN 16).
Pero ¿qué es la evangelización? Según
Pablo VI, “evangelizar significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva a todos
los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro,
renovar a la misma humanidad”. Es decir,
“alcanzar y transformar con la fuerza del Evangelio los criterios de juicio,
los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento,
las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad, que están en
contraste con la palabra de Dios y con el designio de salvación” (EN 19).
Pablo VI refleja una de sus grandes preocupaciones,
al afirmar que “la ruptura entre Evangelio y cultura es sin duda alguna el
drama de nuestro tiempo”. La evangelización exige: “renovación de la humanidad,
testimonio, anuncio explícito, adhesión del corazón, entrada en la comunidad,
acogida de los signos, iniciativas de apostolado” (EN 24).
Tras referirse a los medios, a los destinatarios y a los agentes de la evangelización, escribe Pablo
VI que “evangelizar no es para nadie un acto individual y aislado, sino profundamente
eclesial”. Y, por otra parte, “ningún evangelizador es el dueño absoluto de su
acción evangelizadora”, y no puede cumplirla según sus propios criterios, sino
en comunión con la Iglesia y sus Pastores (EN 60).
Finalmente, afirma que “no habrá nunca
evangelización posible sin la acción del Espíritu Santo”. Con su estilo incisivo, el Papa recuerda que
a los evangelizadores se nos pregunta: “¿Creéis verdaderamente en lo que
anunciáis? ¿Vivís lo que creéis? ¿Predicáis verdaderamente lo que vivís?” Así
pues, se impone un estilo de “sencillez
de vida, espíritu de oración, caridad para con todos, especialmente para los
pequeños y los pobres, obediencia y humildad, desapego de sí mismos y renuncia”
(EN 76).
Uno de los pensamientos más
famosos de Pablo VI es este: “Los hombres podrán salvarse por otros caminos,
gracias a la misericordia de Dios, si nosotros no les anunciamos el Evangelio;
pero ¿podremos nosotros salvarnos si por negligencia, por miedo, por vergüenza…
o por ideas falsas omitimos anunciarlo?” (EN 80).
José-Román Flecha Andrés