LA PRIMERA ENCÍCLICA DE PABLO VI
El día 6 de agosto de 1964,
fiesta de la Transfiguración del Señor, el papa Pablo VI publicaba su primera
carta encíclica “sobre los caminos que la Iglesia Católica debe seguir en la
actualidad para cumplir su misión”.
El título Eclesiam suam responde a las primeras
palabras de la encíclica: “Jesucristo ha fundado su Iglesia para que sea al
mismo tiempo madre amorosa de todos los hombre y dispensadora de
salvación”.
En la primera parte,
titulada “La Conciencia”, Pablo VI
expresa su deseo de que la Iglesia reflexione sobre sí misma y sobre el
plan que Dios le ha confiado. Así encontrará mayor luz, nueva energía y mejor
gozo para cumplir su misión y hacer más cercanos, eficaces y benéficos sus contactos con toda
la humanidad.
En la segunda parte titulada
“La Renovación”, el Papa aboga por la reforma que ha de limpiar y rejuvenecer
el rostro de la Iglesia. Para lograrlo, la Iglesia ha de superar el
inmovilismo, ha de poner su espíritu en actitud de obedecer a Cristo y ha de
vivir según el espíritu de pobreza y de caridad que Dios y la humanidad esperan
de ella.
En la tercera parte,
titulada “El Diálogo”, el Papa afirma que ante el mundo “la Iglesia se hace
palabra, mensaje y coloquio”. Pues bien, todo diálogo ha de estar dotado de
cuatro características básicas: la claridad, la mansedumbre, la confianza y la
prudencia. Cuando así se ejercita el diálogo, se realiza la unión de la verdad
y la caridad, de la inteligencia y el amor.
Ahora bien, al preguntarse
con quién ha de dialogar la Iglesia, Pablo VI piensa en una serie de círculos
concéntricos.
En el primer círculo se
sitúa todo lo que es humano: “Dondequiera que el hombre busca comprenderse a sí
mismo y al mundo, podemos nosotros unirnos a él”. Y eso aun sabiendo que la negación de Dios es un obstáculo para
un diálogo, que a veces ha de realizarse en el silencio, pero siempre en la
búsqueda de la paz.
En el segundo círculo
encuentra la Iglesia a todos los que creen en Dios, como los hebreos, los
musulmanes y los seguidores de las grandes religiones afroasiáticas. Con todos
ellos hay que promover los ideales de la libertad religiosa, de la fraternidad,
de la sana cultura, de la beneficencia social y del orden civil.
En el tercer círculo la
Iglesia católica desea abrazar “en una perfecta unión de fe y de caridad” a los
otros hermanos que se dicen cristianos. Con ellos espera la Iglesia promover la
causa de Cristo y la unidad que él pedía al Padre celestial.
Finalmente, se abre el círculo del diálogo en el interior
de la misma Iglesia católica. El Papa desea ardientemente “gozar en plenitud de
fe, de caridad, de obras, de este diálogo doméstico”.
“El trabajo comienza hoy y
nunca acaba”, dice el Papa. A los cincuenta años de la publicación de la
primera encíclica de Pablo VI, nos alegra leer el testimonio de aquel amor a la
Iglesia y de aquella conciencia de su misión en el mundo.
José-Román
Flecha Andrés