martes, 16 de septiembre de 2014

CADA DÍA SU AFÁN 20 de Septiembre de 2014




LA PRIMERA ENCÍCLICA DE PABLO VI

El día 6 de agosto de 1964, fiesta de la Transfiguración del Señor, el papa Pablo VI publicaba su primera carta encíclica “sobre los caminos que la Iglesia Católica debe seguir en la actualidad para cumplir su misión”.
El título Eclesiam suam responde a las primeras palabras de la encíclica: “Jesucristo ha fundado su Iglesia para que sea al mismo tiempo madre amorosa de todos los hombre y dispensadora de salvación”. 
En la primera parte, titulada “La Conciencia”, Pablo VI  expresa su deseo de que la Iglesia reflexione sobre sí misma y sobre el plan que Dios le ha confiado. Así encontrará mayor luz, nueva energía y mejor gozo para cumplir su misión y hacer más cercanos,  eficaces y benéficos sus contactos con toda la humanidad.
En la segunda parte titulada “La Renovación”, el Papa aboga por la reforma que ha de limpiar y rejuvenecer el rostro de la Iglesia. Para lograrlo, la Iglesia ha de superar el inmovilismo, ha de poner su espíritu en actitud de obedecer a Cristo y ha de vivir según el espíritu de pobreza y de caridad que Dios y la humanidad esperan de ella.
En la tercera parte, titulada “El Diálogo”, el Papa afirma que ante el mundo “la Iglesia se hace palabra, mensaje y coloquio”. Pues bien, todo diálogo ha de estar dotado de cuatro características básicas: la claridad, la mansedumbre, la confianza y la prudencia. Cuando así se ejercita el diálogo, se realiza la unión de la verdad y la caridad, de la inteligencia y el amor.
Ahora bien, al preguntarse con quién ha de dialogar la Iglesia, Pablo VI piensa en una serie de círculos concéntricos.
En el primer círculo se sitúa todo lo que es humano: “Dondequiera que el hombre busca comprenderse a sí mismo y al mundo, podemos nosotros unirnos a él”. Y eso aun sabiendo  que la negación de Dios es un obstáculo para un diálogo, que a veces ha de realizarse en el silencio, pero siempre en la búsqueda de la paz.
En el segundo círculo encuentra la Iglesia a todos los que creen en Dios, como los hebreos, los musulmanes y los seguidores de las grandes religiones afroasiáticas. Con todos ellos hay que promover los ideales de la libertad religiosa, de la fraternidad, de la sana cultura, de la beneficencia social y del orden civil.
En el tercer círculo la Iglesia católica desea abrazar “en una perfecta unión de fe y de caridad” a los otros hermanos que se dicen cristianos. Con ellos espera la Iglesia promover la causa de Cristo y la unidad que él pedía al Padre celestial.
Finalmente,  se abre el círculo del diálogo en el interior de la misma Iglesia católica. El Papa desea ardientemente “gozar en plenitud de fe, de caridad, de obras, de este diálogo doméstico”.
“El trabajo comienza hoy y nunca acaba”, dice el Papa. A los cincuenta años de la publicación de la primera encíclica de Pablo VI, nos alegra leer el testimonio de aquel amor a la Iglesia y de aquella conciencia de su misión en el mundo.
José-Román Flecha Andrés