martes, 5 de agosto de 2014

CADA DÍA SU AFÁN 9 de Agosto de 2014

                                                                                        Mesa de los pecados capitales  El Bosco

CONTRA IRA, TEMPLANZA

Se habla a veces de “la ira santa”, para subrayar la coherencia y el valor de los que se enfrentan al mal con todas sus fuerzas, aun a riesgo de dejar la vida en la protesta.
Pero todos vemos en la ira un desorden cuando brota sin razón y arrebata la razón del ser humano, haciéndole parecer menos humano. “De airado a loco va bien poco”, dice un refrán. La persona airada no percibe los matices de las acciones ajenas y mucho menos percibe las intenciones que las motivan. Los airados no admiten disculpas. Y no ofrecerán su perdón, a menos que sean capaces de deponer su ira.
Los que se distinguen por su ira son temibles y temidos. Las gentes los evitan. La violencia de sus reacciones deja a la vista su incapacidad para admitir la debilidad ajena y hasta sus propios errores. El refranero critica tanto la ira del varón como de la mujer: “De hombrecillo iracundo se ríe todo el mundo”; “Ira de mujer, ira de Lucifer”.
Opuesta a la ira es la templanza o mejor la mansedumbre. Lo contrario a la ira es el equilibrio personal y la tolerancia. Los mansos son capaces de relativizar las ofensas y también los contratiempos. La mansedumbre revela la cordura y el temple de la persona.
San Juan de Ávila se refiere muchas veces en sus predicaciones al pecado capital de la ira. Según él, para vencer las tentaciones del demonio hay que vencerle con sus propias armas: “de manera que trayéndote tentaciones de soberbia te humilles; y con las de lujuria te hagas más casto”.    
Recordando el libro de Josué, dice que “la ira, como la blasfemia o la envidia, es un río que lleva al infierno, como el Jordán lleva al mar de Sodoma. A los que son de Dios les manda la bondad, la humildad y la mansedumbre de Dios, pero a los que no son de Él, les mandan la ira, la carnalidad y la pasión”.
Todos tenemos que examinar las causas de nuestros enojos y las consecuencias a las que nos arrastran. La sabiduría popular recuerda que es más eficaz la miel que la hiel. 
Hoy habrá que condenar la violencia que se ejerce contra los indefensos, los marginados y los débiles. Hay que denunciar la venganza institucionalizada y la ira que se presenta con la saña del terrorismo. Por ese camino no se puede construir la paz social ni se puede establecer la justicia. Hay que defender los propios derechos por la vía de la razón y la justicia.
Por otra parte, en este momento somos más sensibles que nunca a la ira que se manifiesta en la violencia doméstica. Esa ira, a veces asesina, se atribuye con frecuencia al machismo. Pero tiene otras muchas causas, como la falta de cultura, la pérdida de verdaderos lazos de familia y de vecindad o la glorificación de la libertad individual.
Ante el panorama de violencia, de ira y de rencor que ofrecen algunos medios de comunicación, es urgente educar a las nuevas generaciones en la comprensión y la sensatez. La templanza y la mansedumbre habrán de contribuir a la paz social.

José-Román Flecha Andrés