Mesa de los pecados capitales -El Bosco
CONTRA GULA, SOBRIEDAD
Los refranes populares alaban con frecuencia la buena
comida y al buen comedor. Pero algunos advierten contra los excesos en el comer
y en el beber: “Gula y vanidad crecen con la edad”. “No peca de gula quien
nunca tuvo hartura”. “Más gente ha matado la gula que la espada”. “Gula y gala
pierden muchas casas”.
La buena comida conforta a la persona y la ayuda a
mantenerse sana. Alimentarse es un derecho y un deber. Sin embargo, el placer
de comer puede buscarse por sí mismo y determinar tal desorden que la persona
pierda la compostura, la razón y la salud.
De ahí que la sabiduría popular alabe y proponga la
moderación a la hora de acercarse a la mesa. Es cierto que la sobriedad en el
comer y en el beber se aconseja casi solamente con el fin de preservar la salud
o de evitar el derroche de la fortuna. Casi nunca se encuentra en el refranero
alguna advertencia sobre los excesos en la comida y la bebida con la atención
puesta en los bienes del espíritu o en la responsabilidad de compartir los
alimentos con quien padece hambre.
San Juan de Ávila escribe que la meditación de la
pasión de Cristo nos ayuda a mortificar las pasiones. En ese contexto se
refiere también a la gula: “Y, viéndole vos con tantas deshonras que por
vuestro amor pasó, se encenderá vuestro corazón a desechar de vos la afición de
la honra; y su paciencia matará vuestra ira; y su hiel y vinagre será remedio de
vuestra gula; y verlo obediente a su Padre hasta muerte de cruz domará vuestra
cerviz para obedecer a su santa voluntad, aun en lo muy trabajoso”.
En un sermón recuerda el episodio bíblico de la
serpiente de bronce levantada por Moisés en el desierto (cf. Núm 21,8) y
presenta la mirada al crucificado como remedio de todas las pasiones, entre las
cuales menciona también la gula: “Cuando te sintieres picado de la víbora con
la gula, alza los ojos a Jesucristo hambriento en la cruz, y sanarás de esa llaga”.
De todas formas, el vicio de la gula hoy ha de ser
visto, además, en el marco de las adicciones a la comida y la bebida, a las
drogas y otras formas de esclavitud que impiden la libertad de la persona.
Sin embargo, en el momento actual, la reflexión sobre
el pecado de gula ha de trascender el marco individual. Mientras el
acaparamiento y el abuso de los alimentos caracteriza a los países más
desarrollados, en muchos pueblos el azote del hambre es la causa más frecuente
de la muerte.
El papa Francisco ha escrito que “nos escandaliza el
hecho de saber que existe alimento suficiente para todos y que el hambre se
debe a la mala distribución de los bienes y de la renta. El problema se agrava
con la práctica generalizada del desperdicio”.
Muchas religiones proponen la ascética de la
abstinencia y el ayuno como medio para el dominio personal, para el fomento de
la generosidad y para el ascenso del alma hacia Dios. En nuestra sociedad, la sobriedad es hoy una
responsabilidad universal.
José-Román Flecha Andrés