lunes, 14 de julio de 2014

REFLEXIÓN. DOMINGO 16 del TIEMPO ORDINARIO - A. 20 de julio de 2014


LA CIZAÑA, EL MAL Y LOS MALOS

         “Tú, poderoso soberano, juzgas con moderación y nos gobiernas con gran indulgencia, porque puedes hacer cuanto quieres”. Esta oración se encuentra en el texto del libro de la Sabiduría que hoy se proclama en la celebración de la Eucaristía (Sap 12, 13.16-19).
         Nos llama la atención la compasión de un Dios que puede hacer cuanto quiere. Entre nosotros, quien pretende ostentar el poder, se siente autorizado a juzgar con altanería a los demás. Una actitud muy lejana al comportamiento de Dios.
El texto extrae una doble lección moral: “Obrando así enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser humano, y diste a tus hijos la dulce esperanza de que, en el pecado, das lugar al arrepentimiento”. El proceder de Dios nos revela su corazón y puede enderezar el nuestro. 

CLARIDAD Y PACIENCIA

Es un mal tratar de exterminar a los malos. El sueño utópico de la limpieza universal es admirable, pero peligroso. En las comunidades cristianas primitivas hubo quien pretendía que sólo los intachables podrían formar parte de las mismas. En ese contexto había que recordar la parábola evangélica del trigo y la cizaña.
Algunos criados sugieren a su amo la necesidad de arrancar inmediatamente la cizaña. Pero el amo teme que al arrancar la cizaña arranquen también el trigo. No es fácil controlar a los controladores. Así que es preferible que el trigo y la cizaña crezcan juntos  hasta el tiempo de la siega (Mt 13, 24-43). Hace falta un poco de paciencia. 
         La parábola no da la razón a los intransigentes, que quisieran terminar inmediatamente con el mal. Pero tampoco se la da a los indiferentes, que ya no ven una distinción entre el bien y el mal. A unos y otros nos enseña que no somos los jueces definitivos de la historia. Hace falta mucha claridad para distinguir el bien y el mal.

JUNTOS HASTA LA SIEGA

“Dejadlos creced juntos hasta la siega”. Esta advertencia del dueño del sembrado se refiere al trigo y la cizaña. Juntos han de llegar al juicio de Dios. Entonces,  “los justos brillarán como el sol en el reino de los cielos”, como termina diciendo Jesús.
• “Dejadlos creced juntos hasta la siega”. No tienen razón los indiferentes. El bien y el mal no se confunden.  La cizaña no se convierte en trigo porque le cambiemos de nombre o porque las leyes le concedan un lugar en la sociedad. La realidad es más terca que nuestras etiquetas.
• “Dejadlos creced juntos hasta la siega”. Pero nuestras etiquetas no nos dan derecho a destruir la realidad. Porque nuestros juicios son provisionales e inciertos. Todos podemos equivocarnos y arrancar el bien cuando pretendemos arrancar el mal. 
- Señor Dios, que sembraste buena semilla en tu campo, ayúdanos a dar el fruto bueno que esperas de nosotros. Ten misericordia de nosotros y enséñanos a juzgar con misericordia a todos nuestros hermanos. Amén.
José-Román Flecha Andrés