MEMORIA DE JUAN PABLO II
Con motivo de la canonización del Papa Juan Pablo II, he recordado las tres ocasiones en que pude saludarle personalmente.
La primera tuvo lugar en la Universidad
Pontificia de Salamanca, el día 1 de noviembre de 1982. Cuando dijo que merece
la pena dedicar una vida al estudio de la Teología, me pareció que aquellas
palabras venían a resolver las dudas que me recomían por aquel tiempo.
La segunda vez fue en la basílica de San Pedro, con
motivo de un simposio organizado a los veinte años de la exhortación apostólica
Familiaris consortio. Como era
obligado en aquel momento, le di las gracias por haber exhortado a la familia a
ser lo que es.
La tercera y última vez tuvo lugar en el patio del
palacio de Castelgandolfo, con motivo de un congreso de profesores de las
Universidades Católicas. De nuevo le di las gracias por todo lo que había hecho
durante su pontificado a favor de la vida humana y de la dignidad de la
persona.
La reflexión sobre la Palabra de Dios, la
atención a la familia y la defensa de la vida del ser humano fueron tres ejes
importantes en la reflexión y en el magisterio de Juan Pablo II. Los tres ejes
se apoyaban en la piedra fundamental que es la fe en Jesucristo.
En su libro “¡Levantaos. Vamos!”, escribía el Papa
Wojtyla: “Jesucristo quiere decir fidelidad
a la llamada del Padre, corazón abierto hacia todo hombre con el que uno se encuentre,
camino en el cual puede faltar incluso
donde reclinar la cabeza (Mt 8,20) y, por fin, Cruz, por medio de la cual alcanzar la victoria de la
resurrección”.
A continuación añadía: “La fe en Él consiste en el
continuo abrirse del hombre al continuo entrar de Dios en el mundo de los
hombres, es el moverse del hombre hacia Dios, un Dios que lleva a los hombres
unos hacia otros”.
Es importante observar esos subrayados sobre Cristo,
modelo de fidelidad al Padre y de apertura a los hombres. Y es importante
recordar esa respuesta del creyente que acoge a Dios y acepta a todos los
hombres sus hermanos.
En uno de sus versos escribió San Juan Pablo II: “Yo
creo que el hombre sufre, sobre todo, por falta de visión”. Esa visión de la
fe, mantuvo su amor a la humanidad y su esperanza de cambiar el mundo. Con
razón ha escrito de él Andrea Riccardi: “Fue un hombre que, incluso en los
momentos más oscuros, buscó una visión de futuro, abriéndose camino entre las
heridas”.
Su fe no lo cerraba, sino que lo abría al mundo. En
su libro “Don y Misterio” el Papa recordaba que en los encuentros con los
científicos había aprendido que desde las otras ramas del saber “se puede
llegar a la verdad partiendo de perspectivas diversas”.
El escritor Gian Franco Svidercoschi, al resumir la
vida de San Juan Pablo II, la ha identificado con una canción juvenil polaca
que le gustaba mucho: “Si quieres seguirme, toma tu cruz de cada día y ven
conmigo a salvar al mundo en este siglo”. Y eso es lo que hizo a lo largo de su
vida.
José-Román Flecha Andrés