miércoles, 7 de mayo de 2014

CADA DÍA SU AFÁN - 10 de mayo de 2014

                                                            
MEMORIA DE JUAN PABLO II

Con motivo de la canonización del Papa Juan Pablo II, he recordado las tres ocasiones en que pude saludarle personalmente.
 La primera tuvo lugar en la Universidad Pontificia de Salamanca, el día 1 de noviembre de 1982. Cuando dijo que merece la pena dedicar una vida al estudio de la Teología, me pareció que aquellas palabras venían a resolver las dudas que me recomían por aquel tiempo.
La segunda vez fue en la basílica de San Pedro, con motivo de un simposio organizado a los veinte años de la exhortación apostólica Familiaris consortio. Como era obligado en aquel momento, le di las gracias por haber exhortado a la familia a ser lo que es.
La tercera y última vez tuvo lugar en el patio del palacio de Castelgandolfo, con motivo de un congreso de profesores de las Universidades Católicas. De nuevo le di las gracias por todo lo que había hecho durante su pontificado a favor de la vida humana y de la dignidad de la persona.
 La reflexión sobre la Palabra de Dios, la atención a la familia y la defensa de la vida del ser humano fueron tres ejes importantes en la reflexión y en el magisterio de Juan Pablo II. Los tres ejes se apoyaban en la piedra fundamental que es la fe en Jesucristo.
En su libro “¡Levantaos. Vamos!”, escribía el Papa Wojtyla: “Jesucristo quiere decir fidelidad  a la llamada del Padre, corazón abierto  hacia todo hombre con el que uno se encuentre,  camino en el cual puede faltar incluso donde reclinar la cabeza (Mt 8,20) y, por fin, Cruz, por medio de la cual alcanzar la victoria de la resurrección”.
A continuación añadía: “La fe en Él consiste en el continuo abrirse del hombre al continuo entrar de Dios en el mundo de los hombres, es el moverse del hombre hacia Dios, un Dios que lleva a los hombres unos hacia otros”.
Es importante observar esos subrayados sobre Cristo, modelo de fidelidad al Padre y de apertura a los hombres. Y es importante recordar esa respuesta del creyente que acoge a Dios y acepta a todos los hombres sus hermanos.
En uno de sus versos escribió San Juan Pablo II: “Yo creo que el hombre sufre, sobre todo, por falta de visión”. Esa visión de la fe, mantuvo su amor a la humanidad y su esperanza de cambiar el mundo. Con razón ha escrito de él Andrea Riccardi: “Fue un hombre que, incluso en los momentos más oscuros, buscó una visión de futuro, abriéndose camino entre las heridas”.
Su fe no lo cerraba, sino que lo abría al mundo. En su libro “Don y Misterio” el Papa recordaba que en los encuentros con los científicos había aprendido que desde las otras ramas del saber “se puede llegar a la verdad partiendo de perspectivas diversas”.
El escritor Gian Franco Svidercoschi, al resumir la vida de San Juan Pablo II, la ha identificado con una canción juvenil polaca que le gustaba mucho: “Si quieres seguirme, toma tu cruz de cada día y ven conmigo a salvar al mundo en este siglo”. Y eso es lo que hizo a lo largo de su vida.
                                                                     José-Román Flecha Andrés