sábado, 17 de mayo de 2014

EL HOMBRE Y LA VIDA

EL CLAMOR DE LOS POBRES

La Revolución Francesa aireó los tres lemas de la libertad, la igualdad y la fraternidad. Andando los tiempos, la apalabra “solidaridad” parece haber venido a sustituir el lema de la fraternidad. Y no es extraño. Es imposible afirmar la fraternidad universal cuando no se admite la paternidad de Dios.
Ahora bien,  en contra de lo que se suele pensar, la solidaridad no puede limitarse solamente a asegurar a todos los habitantes de la tierra la comida o el agua. Hay otros bienes que hat que promover, para que tengan prosperidad sin exceptuar bien alguno, como ya escribía Juan XXIII.
Entre esos bienes están la educación, el acceso al cuidado de la salud y a un trabajo libre, creativo, participativo y solidario, dotado de un salario justo. Así lo ha escrito el Papa Francisco en su exhortación La alegría del Evangelio, publicada en la fiesta de Cristo Rey del año 2013, justo en la conclusión del Año de la Fe   (EG 192). 

UN SITIO EN EL CORAZÓN DE DIOS 

En este contexto, evoca el Papa Francisco algunos de los textos bíblicos que nos exhortan a escuchar el clamor de los pobres, como Dn 4,24 y 1Pe 4,8; Ga 2, 10 (EG 193-195). Además, despliega ante nuestros ojos la vergonzosa alienación que produce en nuestra sociedad el ansia desmesurada y compulsiva de consumo (EG 196).
Y nos recuerda, sobre todo, que “el corazón de Dios tiene un sitio preferencial para los pobres, tanto que hasta Él mismo se hizo pobre”. De hecho, el día que lo presentaron en el Templo, pagaron por él la ofrenda de los pobres (cf. Lc 2,24). Y, al comienzo de su ministerio público, él mismo dijo en la sinagoga de Nazaret que venía a  anunciar el Evangelio a los pobres (Lc 4,18).(EG 197).
Por ello puede repetir el Papa una frase que en pocos meses ha hecho famosa: “Quiero una iglesia pobre para los pobres” (EG 198). Ese deseo, ya había sido expresado el año 1962, en la primera sesión del Concilio Vaticano II. Sin embargo, resuena ahora como una exhortación profética, dirigida a todos los creyentes y también a los no creyentes. 

ATENCIÓN AL OTRO

Es cierto que todos nos movemos mucho, también por lo que se refiere a la promoción de la justicia en el mundo. Pero no es eso lo que el Señor espera de nosotros. El Papa nos dice que “nuestro compromiso no consiste exclusivamente en acciones o en programas de promoción y asistencia; lo que el Espíritu moviliza no es un desborde activista, sino ante todo una atención puesta en el otro, considerándolo como uno consigo” (EG 199).
Eso es lo que se espera de nuestras comunidades. Junto al pan hay que entregar a los pobres el evangelio del Señor.  Quiere el Papa recordarnos que “la peor discriminación que sufren los pobres es la falta de atención espiritual” (EG 200).
Esa llamada a atención integral a los pobres nos implica a todos, de una forma o de otra. Tras referirse a las comunidades cristianas, el Papa se refiere a otros ambientes, académicos, empresariales, profesionales y hasta eclesiales, en los que con frecuencia se oye como excusa la necesidad de prestar atención a otros asuntos (EG 201).
A la luz de esta exigencia de atender a los pobres, es preciso revisar los planes asistenciales, las fuerzas del mercado, las tendencias del mundo de las finanzas,  los proyectos políticos y los juicios y prioridades de los economistas (EG 202-206).
Resulta impresionante el párrafo en el que el Papa nos dice que si una comunidad pretende subsistir sin ocuparse de que los pobres vivan con dignidad, “terminará sumida en la mundanidad espiritual, disimulada con prácticas religiosas, con reuniones infecundas o con discursos vacíos” (EG 207).
Con razón se imagina el Papa que sus palabras queden en el vacío “sin una verdadera incidencia práctica” (EG 201), como si nacieran de algún interés personal o de una ideología política (EG 208).
Dejemos que el Espíritu mueva los corazones de todos para que recibamos su soplo de amor y de verdad.
                                                                              José-Román Flecha Andrés