LA SABIDURÍA Y EL SEGUIMIENTO
“Supliqué y me fue dada la
prudencia. Invoqué y vino a mí el
espíritu de sabiduría” (Sab 7,7). El
texto bíblico compara a la sabiduría con la búsqueda del poder, con el ansia de
riquezas y con el deseo de salud y de belleza.
Son apetencias que a todos nos interesan,
de una forma o de otra. Pero por encima de todas ellas se afirma la importancia
de la sabiduría. Solo ella es duradera.
Con
razón, nosotros podemos repetir con el salmo responsorial: “Sácianos de tu misericordia, Señor, y estaremos alegres”
(Sal 89).
Subrayando
el valor de lo que realmente cuenta en la vida, en la carta a los Hebreos se
proclama que la palabra de Dios juzga los deseos y las intenciones del corazón
(Heb 4,12-13).
LA VIDA ETERNA Y LA TEMPORAL
El
texto del evangelio nos presenta a un personaje anónimo que se acerca a Jesús
con el deseo de heredar la vida eterna (Mc 10,17-30). Es como la parábola de
tres fracasos que marcan su existencia: el de la riqueza, el de la bondad y el
del amor.
• Este
personaje “era muy rico”. Pero Jesús le sugiere que no es tan rico como parece.
“Una cosa te falta”. Tiene todo, pero le falta el tesoro del desprendimiento.
• Es un
judío que ha cumplido los mandamientos. Es cierto que desea practicar la
bondad, pero no se decide a seguir a Jesús, que es el modelo definitivo de la
bondad.
• Jesús
lo miró con cariño, pero él no percibió el amor que reflejaba aquella mirada
del Maestro. Pretendía alcanzar la vida eterna, pero lo atrapaba la vida
temporal.
En ese
mismo contexto, Jesús afirma que quien pone su confianza en las riquezas
tendrá una gran dificultad para admitir a Dios como su rey. En realidad, “no se puede servir a Dios y al dinero”.
LA VERDADERA LIBERTAD
Simón
Pedro asegura que los discípulos ya han decidido seguir a Jesús: “Nosotros lo
hemos dejado todo y te hemos seguido”. Es verdad, pero el Maestro aprovecha la
ocasión para ofrecer una lección definitva.
• “Quien
deje todo por mí, recibirá en este tiempo cien veces más, con persecuciones”.
Los bienes más importantes no son los tesoros materiales, sino el amor al bien
y a la verdad. Quien pretende seguir al Señor ha de aprender el valor del
desprendimiento. Y ha de recordar que, junto a los bienes prometidos por el
Señor, entra también la persecución.
• “Y
recibirá vida eterna en la edad futura”. El relato evangélico termina como
empezó. La vida definitiva que buscaba aquel rico personaje no queda asegurada
por sus riquezas. Y tampoco por el cumplimiento fiel de los mandamientos de la
Ley. Solo puede llegar a esa vida sin ocaso quien sigue de corazón al que es la
Vida verdadera.
- Señor
Jesús, tú conoces bien nuestra buena voluntad y nuestro deseo sincero de alcanzar
la vida eterna. Pero sabes también que aspiramos a los bienes, a los honores y a
los tesoros de este mundo. Queremos ser libres para poder seguirte fielmente
por el camino. Líbranos del orgullo y de la codicia. Que nada nos aparte de ti. Amén.
José-Román
Flecha Andrés