lunes, 29 de julio de 2024

REFLEXIÓN - Domingo 18 del tiempo ordinario. B 4 de agosto de 2024

 

EL VERDADERO MANÁ

“Nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda la comunidad” (Éx 16,2-4.12-15). Es escandalosa esa acusación de los hebreos contra Moisés y Aarón, que han sido elegidos por Dios para liberar a su pueblo de la esclavitud sufrida en Egipto.

El desierto se ha convertido en un  espacio de hambre y de sed. No es extraño que surja en ellos la nostalgia de las ollas de carne que tenían en el pasado y la desconfianza ante un futuro desconocido. Pero Dios les envía las codornices y el maná. Ante el asombro de las gentes, Moisés explica que ese es el pan que Dios les da por alimento.

El salmo responsorial no solo evoca ese pan de los ángeles, sino que agradece que Dios condujera a su pueblo hasta el monte en que habían de adorarlo (Sal 77).

San Pablo nos recuerda que Jesucristo nos ha enseñado a abandonar esas viejas actitudes que nos hacían vivir como esclavos del placer (Ef 4,17.20-24).

LA VIDA PARA EL MUNDO

El evangelio que hoy se proclama  (Jn 6,24-35) contiene una parte del discurso con el que Jesús comenta la distribución de los panes y los peces. Es verdad que las gentes siguen a Jesús, pero él cuestiona la sinceridad del seguimiento. Los verdaderos creyentes no pueden decir que aceptan la palabra del Señor, cuando solo buscan un interés inmediato. 

En el evangelio de Juan sobresalen tres palabras muy significativas que resumen la vocación de los seguidores de Jesús: el trabajo, el signo y el pan.

• El trabajo que Dios quiere y espera de nosotros es el de la fe. La verdadera respuesta del creyente es creer en el que Dios ha enviado para nuestra salvación. 

• El signo de la cercanía de Dios ya no es el maná que alimentó a los hebreos en el desierto. El signo definitivo es su mismo Hijo, enviado como alimento para el nuevo éxodo.

• El maná era el pan que aparecía en la tierra al amanecer para alimentar a los hebreos. Pero el verdadero pan de Dios ha bajado del cielo y da la vida a todo el mundo.

EL VERDADERO PAN DE LA VIDA

En este contexto, el evangelio pone en boca de Jesús una de esas frases que manifiestan su ser y su misión: “Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre”. No podemos olvidar esa revelación  ni ignorar esa promesa

• “Yo soy el pan de vida”. Todos buscamos satisfacción en lo que logramos con nuestro esfuerzo. Pero Jesús es el pan que nos sostiene. Nos alimenta ya su ejemplo de vida, con sus palabras y con su presencia en la eucaristía, memoria de su entrega y de su pascua.

• “El que viene a mí no pasará hambre”. No es posible detenerse, sabiendo dónde está el horno del verdadero pan. Jesús conocía nuestra insatisfacción. Ni el dinero  ni la gloria pueden calmar nuestra hambre. Para saciar nuestro apetito de amor y de esperanza hemos de ir a Él.

- Señor Jesús, nosotros te reconocemos como el verdadero pan de la vida. Te damos gracias porque te has entregado generosamente para saciar nuestras hambres. Y, al  mismo tiempo,  te presentamos la necesidad de los que aun no te conocen. A ti que vives, reinas y nos alimentas por los siglos de los siglos. Amén.

                                                                                                         José-Román Flecha Andrés