lunes, 29 de julio de 2024

CADA DÍA SU AFÁN - 3 de agosto de 2024

 

CONCIENCIA, REFORMA Y DIÁLOGO

El día 6 de agosto de 1964, el papa Pablo VI firmaba su primera carta encíclica, titulada “Ecclesiam suam”. En ella trataba de meditar el misterio de la Iglesia, comentar la reforma que se esperaba de ella y exponer las bases para el diálogo de la Iglesia con el mundo de hoy.

1. En primer lugar, afirmaba que “la Iglesia ha de reflexionar sobre sí misma; tiene necesidad de sentir su propia vida. Debe aprender a conocerse mejor a sí misma, si quiere vivir su propia vocación y ofrecer al mundo su mensaje de fraternidad y salvación” (ES 8).   Y añadía que “el misterio de la Iglesia no es un mero objeto de conocimiento teológico, ha de ser un hecho vivido; el alma fiel puede tener de él una experiencia antes que un claro concepto” (ES 13). 

2. Además, Pablo VI manifestaba “el deseo de que la Iglesia de Dios sea como Cristo la quiere: una, santa, enteramente consagrada a la perfección a la que él la ha llamado y para la cual la ha preparado” (ES 14). La reforma había de entenderse como “el empeño de conservar la fisonomía que Cristo ha dado a su Iglesia, más aún, de querer devolverle siempre su forma perfecta que corresponda a su diseño primitivo” (ES 17).   

  El Papa esperaba “un estímulo a la siempre renaciente vitalidad de la Iglesia, a su siempre vigilante capacidad de estudiar las señales de los tiempos y a su siempre joven agilidad de probar todo y de apropiarse lo que es bueno; y ello, siempre y en todas partes (ES 19). Para ello proponía la recuperación del espíritu de pobreza y el espíritu de caridad (ES 20-22).

 3. En un tercer momento, Pablo VI afirmaba quela Iglesia debe ir hacia el diálogo con el mundo en que le toca vivir. La Iglesia se hace palabra; la Iglesia se hace mensaje; la Iglesia se hace coloquio” (ES 28).

 El coloquio es un modo de ejercitar la misión apostólica; es un arte de comunicación espiritual. Sus caracteres son la claridad, la afabilidad, la confianza, y la prudencia pedagógica. “Con el diálogo así realizado se cumple la unión de la verdad con la caridad y de la inteligencia con el amor” (ES 31).

Hay en el encíclica un párrafo muy actual: “La apertura de un diálogo desinteresado, objetivo y leal, decide por sí misma en favor de una paz libre y honrosa; excluye fingimientos, rivalidades, engaños y traiciones; denuncia, como delito y como ruina, la guerra de agresión, de conquista o de predominio; se extiende desde las relaciones más altas de las naciones a las propias de las naciones mismas y a las bases sociales, familiares e individuales, y difunde en las instituciones y en los espíritus el sentido, el gusto y el deber de la paz” (ES 39).

A los sesenta años de la publicación de aquella encíclica son muchas las lecciones que nos quedan sin aprender.

                                                                                        José-Román Flecha Andrés