EL SERVICIO
“Ningún siervo puede servir a dos amos”
(Lc 16,13)
Señor Jesús, todos conocemos a personas que cambian con
frecuencia la orientación de su vida, sus inclinaciones y sus servicios. Esos
cambios pueden ser razonables. La persona perfecciona su preparación. Con el
tiempo puede descubrir nuevas oportunidades de trabajo. O reflexiona sobre los
valores que merecen otra decisión.
Más difícil es dedicar el propio tiempo y los esfuerzos
personales a dos instituciones distintas. Pero más complicado todavía es comprometerse
con dos movimientos o propuestas totalmente contradictorias. Cuando una persona
lo intenta suele ser acusada de infidelidad y de traición.
“Ningún
siervo puede servir a dos amos”. Esa frase parece un proverbio que recoge una
larga experiencia popular. En un sentido religioso, ya el profeta Elías decía a
las gentes de su pueblo que no podían ir cojeando de los dos pies. Es decir, no
podían adorar a Baal y al Dios de sus padres.
Lamentablemente, en la práctica religiosa esa
ambigüedad ha sido más que frecuente.
Decimos creer en Dios, pero no cumplimos sus mandatos. Pretendemos
servir a Dios cuando en realidad estamos sirviendo a otros intereses propios o
ajenos, más o menos correctos y por desgracia inadmisibles.
“Ningún
siervo puede servir a dos amos”. Escuchada de tus labios, esa frase nos exhorta
a examinar la firmeza de nuestra fe, el fundamento de nuestras esperanzas y la
seriedad del compromiso de nuestro amor. No podemos servir a Dios y al dinero.
No podemos aceptar su voluntad cuando tenemos vendida la nuestra a otros
soberanos.
Señor Jesús, mentimos al asegurar que te reconocemos como nuestro Señor si nuestro corazón está dividido. El ejemplo de tu obediencia y de tu entrega nos ayuda a vivir de acuerdo con la voluntad de tu Padre, que es el nuestro. Que tu Espíritu nos conceda el don de la fidelidad al compromiso de nuestra fe y de nuestra misión. Amén.
José-Román Flecha Andrés