LA PUERTA ESTRECHA
“No sé
quiénes sois”
(Lc 13,25)
Señor Jesús, en los evangelios aparece con frecuencia la imagen de la
puerta. A quienes preguntan por el número de los que se salvan tú les respondes
que es preciso esforzarse en entrar por la puerta estrecha. Tu palabra es una
denuncia profética a todos los que tratamos de vivir nuestra fe con comodidad.
No solo eso, sino que condenas la
hipocresía y la falsedad de una fe
superficial y rutinaria. A veces intentamos entrar por la puerta de la
salvación apoyándonos simplemente en nuestra cercanía al ámbito de las
prácticas religiosas.
Con excesiva frecuencia pretendemos
justificarnos por haber enseñado tu doctrina, por haber acumulado adornos y flores
ante los símbolos de la fe o por haber tenido algunos familiares religiosos. Es
cierto que todo eso tiene su valor. Pero nada de eso bastará para salvarnos.
Señor, es dramático el diálogo que tú puedes mantener con las personas que te
han rechazado durante su vida. Según el evangelio, hay algunos que llaman a la
puerta invocándote: “Señor, ábrenos”.
Ante esta súplica, tú te limitas a responder: “No sé quiénes sois”. Bien
sabemos que nunca te falta misericordia. Lo que ocurre es que pretenden entrar
por la puerta de la salvación los que no se han preocupado de vivir como corresponde
a los invitados a entrar por ella.
Hemos conocido a algunas personas
que no te conocen. Y a otras que se glorían de poder vivir sin conocerte. Tú no
les cierras la entrada por capricho. Tu respuesta incluye la clave del rechazo:
“No sé de dónde sois. Apartaos de mí todos los que obráis la iniquidad”.
Señor Jesús, como un buen pastor, tú conoces a tus ovejas. Y como un buen maestro, tú conoces a tus discípulos. No queremos vivir sin conocerte y no queremos ser rechazados por ti como unos desconocidos. Ayúdanos a vivir en fidelidad a tu llamada, para que podamos entrar por la puerta estrecha de la salvación. Amén.
José-Román Flecha Andrés