DON DE CONSEJO
Teniendo en cuenta la multitud de ofertas
contrastantes que se encuentran en el mercado de las ideas, no es fácil tomar
decisiones rectas. Por eso es cada vez mas difícil practicar la obra de misericordia
que nos invita a dar buen consejo al que
lo necesita.
Creyéndose bien
formadas, muchas personas se resisten a pedir y aceptar consejos de los demás.
Por otra parte, son pocas las personas que se prestan a dar un consejo, por
temor a equivocarse y por miedo a exponerse a la crítica y a la exclusión
social.
Sin embargo, el don de consejo es hoy más necesario
que nunca. Muchas personas andan en búsqueda de orientación económica, política,
social y religiosa. El don de consejo las ayudaría a tomar decisiones conformes
con la verdad última del ser humano.
En las páginas de la Biblia se
anota la importancia que tiene para la persona contar con un buen consejero.
Isaías afirma que no siempre es fiable el consejo de aquellos que “al bien
llaman mal y al mal llaman bien, dando oscuridad por luz y luz por oscuridad,
amargo por dulce y dulce por amargo” (Is 5,20).
Por eso el sabio advierte
al discípulo para que no se deje seducir por los consejos equivocados: “Hijo
mío si los pecadores te quieren seducir, no vayas” (Prov 1,10). Con frecuencia
se exhorta a despreciar el consejo de los necios, como lo advierte el Sirácida:
“No le pidas consejo al insensato, pues no podrá mantenerlo en secreto” (Eclo
8,18).
Según el evangelio, los
discípulos de Jesús solo a él han de reconocer como verdadero consejero (Mt
23,10). Más que imponer unos mandatos a sus seguidores, Jesús prefiere
ofrecerles sus consejos. Así lo hace en su diálogo con el joven rico, al que propone
el ideal del seguimiento (Mt 19,19-22).
En su discurso de despedida,
en el marco de la última cena, Jesús promete a sus discípulos el envío del Paráclito.
Él les recordará todo lo que el Maestro les había enseñado (Jn 14,26) y los
guiará a la verdad completa (Jn 16,13).
En efecto, el Espíritu orientará
a los fieles y a las comunidades para que puedan seguir con fidelidad el camino
que Dios les ha revelado. Según el papa san Juan Pablo II, mediante el don de
consejo, el Espíritu de Dios “enriquece y perfecciona la virtud de la prudencia
y guía al alma desde dentro, iluminándola sobre lo que debe hacer”.
Teniendo en cuenta su vocación profética, los
cristianos han de estar dispuestos a denunciar la soledad en la que son
abandonadas muchas personas. En la vida
concreta, es preciso tomar la decisión de ayudarlas a salir del desierto
interior en que se encuentran.
Al mismo tiempo, los cristianos tendrán que anunciar la presencia del Espíritu de Dios, sabiendo que él crea esa fraternidad universal que recuerda el papa Francisco en su encíclica Fratelli tutti.
José-Román Flecha Andrés