UN PROFETA DISCUTIDO
“Ese hombre no busca el bien del pueblo, sino
su desgracia”. Con esta acusación cuatro dignatarios de Jerusalén consiguen que el rey Sedecías les permita
arrojar al profeta Jeremías a un aljibe en la patio de la guardia (Jer
38,4-6.8-10). Sin embargo, un extranjero llamado Ebedmélec, logra el permiso
del rey para sacar a Jeremías de la cisterna.
Con
el salmo responsorial proclamamos que solo de Dios puede venir la salvación del
creyente que se atreve a denunciar la injusticia: “Me levantó de la fosa fatal,
de la charca fangosa; afianzó mis pies sobre la roca y aseguró mis pasos” (Sal 39).
Siempre ha sido peligroso escuchar la palabra de Dios y anunciarla con fidelidad. En la carta a los Hebreos se exhorta a los seguidores de Jesucristo a seguirlo hasta la cruz: “Recordad al que soportó la oposición de los pecadores, y no os canséis ni perdáis el ánimo. Todavía no habéis llegado a la sangre en vuestra pelea contra el pecado” (Heb 12,3-4).
LA PAZ Y LA DIVISIÓN
También
en el evangelio que se proclama este domingo se evoca la figura de Jesús como
la de un profeta discutido (Lc 12,49-53). Además, se recuerda una pregunta suya
que puede parecer muy desconcertante: “¿Pensáis que he venido a traer al mundo
la paz?”. En realidad eso es lo que generalmente se espera de él.
Según
el anuncio de los ángeles a los pastores de Belén, Jesús había venido al mundo
para traer la paz a los hombres que ama Dios (Lc 2,14). En su misión se incluía
unir a los hombres y derribar las
barreras que los separaban. Pero el mismo Jesús dice que su venida suscitará con
frecuencia una dramática división entre los miembros de las familias.
De hecho, la experiencia nos recuerda los conflictos que la fidelidad a la fe en Jesucristo ha creado y sigue creando. Hay personas enfrascadas en los vicios que suelen martirizar a los miembros de su propia familia que se comportan como creyentes. Algo parecido ocurre con las personas que han abandonado la fe católica para pasarse a otra confesión.
EL FUEGO EN EL MUNDO
El
texto evangélico pone en boca de Jesús una frase que se refiere a la situación que
se había de dar en las comunidades cristianas. Pero también refleja la misión
de Jesús y su previsión de profeta: “He venido a prender fuego en el mundo”.
• Durante su vida pública, las palabras y gestos
de Jesús podían compararse con el fuego. Liberaban a unos de la frialdad de su
indiferencia, pero a otros los abrasaban en el deseo de acallar aquella voz
profética.
• A
lo largo de toda la historia el fuego ha sido utilizado una y otra vez para
terminar con la vida de muchos creyentes, pero también con algunos que eran considerados
como no creyentes. De hecho, el fuego ha quemado a mártires y a herejes.
•
Los cristianos de hoy pedimos al Señor que venga a prender fuego a nuestra
existencia. Solo él puede quemar la hojarasca del mal y calentar nuestra
voluntad. Solo él puede exhortarnos de verdad a servirle a él en nuestros
hermanos más necesitados.
- Señor Jesús, sabemos y confesamos que tenías razón al presentarte como portador del fuego. Te rogamos que nos purifiques de los restos del mal, para que en este mundo nuestro podamos dar testimonio de tu amor y de tu fuerza. Amén.
José-Román Flecha Andrés