EL FUEGO
“He venido a
prender fuego a la tierra”
(Lc 12,49)
Señor Jesús, ya se ha convertido en una rutina hablar de la frialdad de
nuestra fe y de nuestras convicciones. Hemos perdido el calor de las creencias
más auténticas y más profundas. Hemos
caído en la tentación o en la enfermedad de la tibieza.
Nuestra frialdad nos impide seguirte
por el camino y dar testimonio de tu presencia en nuestra vida. Con mucha
frecuencia observamos que los no creyentes son mucho más dinámicos y más
convincentes en la defensa de sus ideas y sentimientos.
Sin embargo en el evangelio se nos
da cuenta de una frase con la que tú parecías resumir tu propia visión:
“He venido a prender fuego a la tierra”. Muchas veces nos preguntamos qué
podrían significar aquellas palabras que
parecían un programa de vida y al mismo tiempo una interpelación a los que te
escuchaban.
Prender fuego a la tierra significaba que tu
presencia no pasaba inadvertida. Ya en tu vida terrena, el fuego de tu palabra abrasaba
las entrañas de aquellos que se habían propuesto acallar tu voz. Pero, al mismo
tiempo, el fuego de tu mensaje liberaba a algunos de la frialdad de su
indiferencia.
“He venido a prender fuego a la tierra”. No
podemos olvidar aquella declaración tuya. Los cristianos de hoy te rogamos que
vengas a prender fuego a nuestra existencia. Es necesario que vengas a quemar
la hojarasca del mal, de la rutina y de la acedia.
Y,
sobre todo, es necesario que vengas pronto a calentar nuestra voluntad. Tu
fuego ha de impulsarnos a servirte,
sirviendo a nuestros hermanos, especialmente a los más necesitados de compasión y de ayuda.
- Señor Jesús, recordamos que Juan Bautista había anunciado que tú bautizarías a las gentes con Espíritu Santo y fuego. Creemos que aquella promesa no era vana. Te rogamos que nos purifiques de los restos del mal, para que podamos dar testimonio de tu fuerza y de tu amor. Amén.
José-Román Flecha Andrés