DON DE FORTALEZA
Es
fácil percibir las dificultades que hoy existen para descubrir el valor y la
oportunidad del don de fortaleza. Con demasiada frecuencia, muchas personas se
ven obligadas a soportar la tiranía de los fuertes y de los más diversos grupos de presión.
Sobre la virtud y el don de
la fortaleza la Biblia nos ofrece numerosos ejemplos y consejos que podrían y
deberían ser modélicos para el mundo de hoy.
Tras la muerte de Moisés, a Josué le asegura
el Señor el don de fortaleza, a condición de que cumpla los preceptos de la
Ley.
En el libro de los Jueces se
insinúa que la fuerza de Sansón no se debe a sus cabellos sino a su
consagración a Dios. Podrá recuperar la fortaleza cuando reconozca que le es
otorgada por Dios (Jue 16,28).
El texto bíblico contrapone
al gigante Goliat la sencillez del joven pastor que acude a él armado solamente
con una honda y unas piedras (1 Sam
17,45).
Los salmos proclaman dichoso
a quien encuentra su fuerza en el Señor (Sal 84,6). Dios es la fuerza del
hombre justo (Sal 18). La fuerza y la victoria no provienen de las armas de los
ejércitos (Sal 33,16), sino del auxilio del Señor (Sal 60,14).
Para Jesús la señal de la fortaleza no es la
prepotencia, sino el servicio a los demás (Mc 10,41-45). Por eso, promete a los
suyos que, a partir de la debilidad de la entrega y del amor, los llevará a
enfrentarse al mal de este mundo (Mt
10,28).
San Pablo revela a los Filipenses
el origen de la serenidad que mantiene aun en la cárcel: “Todo lo puedo en
Aquél que me hace fuerte” (Flp 4,13).
Entre las cuatro virtudes
cardinales o morales, la fortaleza parece especialmente necesaria para mantener
la coherencia de la vida y la fidelidad a la voluntad de Dios.
Según santa Teresa, los
consuelos que hace Dios a las almas que le sirven “vienen cargados de amor y
fortaleza, con que se puede caminar más sin trabajo e ir creciendo en las obras
y virtudes”.
Al comparar al alma con una
pobre mariposilla, atada con tantas cadenas que no la dejan volar lo que
querría, la Santa escribe que, ayudada por la fortaleza de Dios, el alma puede
pasar muchos trabajos.
El papa san Pablo VI dijo que el recuerdo de
la cruz nos ayuda a “no temer, sino a ser fuertes; no volubles, sino
coherentes, no enamorados de las falaces mercedes del mundo, sino deseosos del
reino de Dios”.
Así pues, a quienes tratan
de imponerse “por la razón o la fuerza”, es preciso ofrecerles la alternativa
de “la fuerza de la razón”.
Como todos los dones del
Espíritu, también el don de la fortaleza capacita al creyente para ejercer la
misión profética de la denuncia y del anuncio.
El don de la fortaleza ha de
ayudar a los cristianos a llevar a cabo una nueva evangelización en esta época
de indiferencia ante la fe y de persecución a los creyentes.
José-Román
Flecha Andrés