miércoles, 31 de agosto de 2022

CADA DÍA SU AFÁN - 3 de septiembre de 2022


DON DE FORTALEZA

Es fácil percibir las dificultades que hoy existen para descubrir el valor y la oportunidad del don de fortaleza. Con demasiada frecuencia, muchas personas se ven obligadas a soportar la tiranía de los fuertes y de los  más diversos grupos de presión.

Sobre la virtud y el don de la fortaleza la Biblia nos ofrece numerosos ejemplos y consejos que podrían y deberían ser modélicos para el mundo de hoy.

 Tras la muerte de Moisés, a Josué le asegura el Señor el don de fortaleza, a condición de que cumpla los preceptos de la Ley.

En el libro de los Jueces se insinúa que la fuerza de Sansón no se debe a sus cabellos sino a su consagración a Dios. Podrá recuperar la fortaleza cuando reconozca que le es otorgada por Dios (Jue 16,28).

El texto bíblico contrapone al gigante Goliat la sencillez del joven pastor que acude a él armado solamente con una honda y unas piedras  (1 Sam 17,45).

Los salmos proclaman dichoso a quien encuentra su fuerza en el Señor (Sal 84,6). Dios es la fuerza del hombre justo (Sal 18). La fuerza y la victoria no provienen de las armas de los ejércitos (Sal 33,16), sino del auxilio del Señor (Sal 60,14).

 Para Jesús la señal de la fortaleza no es la prepotencia, sino el servicio a los demás (Mc 10,41-45). Por eso, promete a los suyos que, a partir de la debilidad de la entrega y del amor, los llevará a enfrentarse al mal de este mundo  (Mt 10,28).

San Pablo revela a los Filipenses el origen de la serenidad que mantiene aun en la cárcel: “Todo lo puedo en Aquél que me hace fuerte” (Flp 4,13).

Entre las cuatro virtudes cardinales o morales, la fortaleza parece especialmente necesaria para mantener la coherencia de la vida y la fidelidad a la voluntad de Dios.

Según santa Teresa, los consuelos que hace Dios a las almas que le sirven “vienen cargados de amor y fortaleza, con que se puede caminar más sin trabajo e ir creciendo en las obras y virtudes”.      

Al comparar al alma con una pobre mariposilla, atada con tantas cadenas que no la dejan volar lo que querría, la Santa escribe que, ayudada por la fortaleza de Dios, el alma puede pasar muchos trabajos.     

   El papa san Pablo VI dijo que el recuerdo de la cruz nos ayuda a “no temer, sino a ser fuertes; no volubles, sino coherentes, no enamorados de las falaces mercedes del mundo, sino deseosos del reino de Dios”.

Así pues, a quienes tratan de imponerse “por la razón o la fuerza”, es preciso ofrecerles la alternativa de “la fuerza de la razón”.

Como todos los dones del Espíritu, también el don de la fortaleza capacita al creyente para ejercer la misión profética de la denuncia y del anuncio.

El don de la fortaleza ha de ayudar a los cristianos a llevar a cabo una nueva evangelización en esta época de indiferencia ante la fe y de persecución a los creyentes.

 

José-Román Flecha Andrés