miércoles, 31 de agosto de 2022

REFLEXIÓN - Domingo 23º del Tiempo Ordinario. C 4 de septiembre de 2022

  

UN CORAZÓN SENSATO 

 “¿Quién rastreará las cosas del cielo, quién conocerá tu designio si tú no le das sabiduría enviando tu Santo Espíritu desde el cielo?” Esta pregunta que se dirige a Dios en el libro de la Sabiduría revela la debilidad de la sabiduría humana. Solo con el auxilio divino podremos aprender lo que agrada a Dios (Sab 9,13-18).  

 Con el salmo responsorial le pedimos: “Enséñanos a calcular nuestros años para que  adquiramos un corazón sensato” (Sal 89).

En el breve escrito que San Pablo envía a Filemón se pone de manifiesto algo muy importante que ha logrado la fe cristiana: superar los criterios que justificaban la esclavitud para proponer el ideal y el compromiso a favor de la fraternidad universal. 

EL SEGUIMIENTO Y LA CRUZ

No es fácil seguir el camino de Jesús. En  nuestra sociedad parecen escandalosas las palabras del Maestro que recoge el Evangelio de hoy: “Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío” (Lc 14,26).

Jesús no propone el desprecio a la familia. Pero deja muy claro que seguirle a él exigirá siempre un auténtico sacrificio. Su propuesta  es clara y terminante:

• “Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío”. El papa Francisco nos ha recordado que “seguir a Jesús no significa participar en un cortejo triunfal. Significa entrar en su gran obra de misericordia, de perdón, de amor. Y este perdón, esta misericordia, pasa a través de la cruz.”

• “Quien no lleve su cruz destrás de mí no puede ser discípulo mío”. Ser discípulo de este Maestro no significa tan sólo conocer su filosofía y su doctrina. Implica vivir como él y estar dispuestos a morir con él. La fe no nace de un aprendizaje teórico. Brota de un encuentro personal que compromete toda la vida.

LA TORRE Y EL COMBATE

El texto evangélico pretende  aclarar las exigencias de la fe a los que parecen dispuestos  a incorporarse a la comunidad cristiana. Mediante dos breves parábolas, se sugiere la necesidad de calcular las propias fuerzas.

  Quien quiere construir una torre ha de calcular los gastos para ver si tiene los medios suficientes para terminarla. El cristiano que se decide a prestar un servicio o ejercer un ministerio necesita practicar el ejercicio de la virtud de la prudencia. Nadie debería comprometerse a hacer lo que nunca podrá realizar.

  • Si un rey va a dar una batalla tendrá que revisar las tropas con las que cuenta para poder defenderse de los enemigos. En todo caso, lo mejor es pedir o establecer condiciones de paz. La vida cristiana requiere la práctica de la virtud de la fortaleza. Hay que prepararse para vencer el orgullo y la presunción.

- Señor Jesús, muchas veces nos dejamos vencer por la comodidad. Tratamos de leer tu mensaje según nuestros intereses. Necesitamos un corazón sensato para revisar nuestras intenciones. Ayúdanos tú a aceptar nuestra cruz de cada para seguirte con fidelidad. Amén.

                                                          José-Román Flecha Andrés