miércoles, 31 de agosto de 2022

CADA DÍA SU AFÁN 27 de agosto 22

 

                                LA VIRTUD EN SAN AGUSTÍN

 A partir de la obra de Alasdair Mc Intyre  ha vuelto a ponerse de actualidad el tema de las virtudes. En realidad es tan importante para la vida diaria como lo es para la teología y la catequesis.

El profesor Pedro Laín Entralgo escribió que las tres virtudes teologales, son sobrenaturales, precisamente por ser totalmente naturales. La gracia eleva lo que ya teníamos. En efecto, para poder vivir y sobrevivir, la persona necesita creer y ser creída. Necesita esperar en algo y que alguien espere algo de ella. Y, por supuesto, necesita amar y ser amada.

Pero esas ideas, tan aparentemente novedosas,  se encuentran ya en los escritos de san Agustín. Como se sabe, a él se debe la definición de la virtud como el “orden del amor”.  Así lo expresa en su obra “La ciudad de Dios”: “El amor, que hace que se ame bien lo que debe amarse, debe ser amado también con orden, y así existirá en nosotros la virtud, que trae consigo el vivir bien. Por eso me parece que la definición más breve y acertada de virtud es esta: la virtud es el orden del amor”.

 Las virtudes hacen grande al ser humano, según afirma en su obra “Sobre el libre albedrío”. Todas las virtudes están por encima de los vicios. Cuanto mejores y más sublimes son, se muestran más firmes e invencibles. Buena lección para una sociedad que ensalza la libertad y al mismo tiempo la niega con frecuencia.

Según san Agustín, la virtud se identifica con la recta razón, que lleva al ser humano a apetecer y realizar su propia humanidad. Ahora bien, tal objetivo es inalcanzable sin la fe, la esperanza y la caridad.

Apelando a la imagen del sentido de la vista, san Agustín escribe en sus “Soliloquios”  que para alcanzar la salvación, el alma necesita en primer lugar tener ojos sanos. Necesita además la decisión de mirar confiadamente. Y, finalmente, necesita también desear la luz para ver.

Volviendo a la necesidad humana, expuesta por el profesor Laín Entralgo, recordamos que san Agustín se pregunta si las tres virtudes teologales son necesarias para la correcta realización de la vida humana y  para conseguir una vida feliz.

En el mismo libro de los “Soliloquios” afirma él la necesidad de las tres virtudes teologales para que la vida terrenal del ser humano pueda  realizarse de verdad: “Tres cosas necesita el alma: que esté sana, que mire, que vea. Las otras tres, fe, esperanza y caridad, son indispensables para que logre las dos primeras condiciones. Para conocer a Dios en esta vida, igualmente las tres son necesarias; y en la otra vida solo subsiste la caridad”.

Evidentemente, nosotros caminamos a hombros de gigantes que nos han precedido en el tiempo.

                                                              José-Román Flecha Andrés