A LOS 50 AÑOS DE DOS
PROFECÍAS
No debería quedar en el olvido un
interesante artículo de Carlo Cardia, publicado en el periódico “Avvenire” el
día 1 de octubre de 2017 con el título “Sobre los pasos de Pablo VI, papa
reformador”.
El autor trata de desmentir una convicción
muy difundida que pretende ver una involución en el pensamiento y en la acción
de Pablo VI durante el bienio 1967-1968.
En el año 1967 se publicaba su encíclica
“Populorum progressio”, en la que veía él, a la luz de la fe y de la doctrina
social de la Iglesia, la mayor aspiración de aquella era de la descolonización
y el desarrollo.
Frente al entusiasmo acrítico de los
que aplaudían la llegada del progreso técnico y económico, a cualquier precio y
de cualquier forma, el Papa proponía el ideal y la práctica de un progreso
integral para todo el hombre y para todos los hombres.
Junto a los numerosos análisis del
progreso técnico y económico, que se publicaban en todas las lenguas durante
aquella década, se podía leer algún lúcido escrito teológico, como el del P.
Juan Alfaro.
Aquel ilustre profesor de la
Universidad Gregoriana reflexionaba ya sobre “el problema fundamental del sentido
del progreso del hombre y de su historia, es decir, el problema mismo del
destino de la persona humana y de toda la humanidad” (Hacia una teología del progreso humano, 51-52).
En el año 1968, el papa Pablo VI
publicaba su nueva encíclica “Humanae vitae”, sobre el amor humano y la vida
conyugal. Muchos de los que entonces mostraron abiertamente su rechazo a aquel
escrito no llegaron a descubrir su profundo sentido antropológico.
Es cierto que algunos de ellos han podido
llegar a admitir su sentido profético, al constatar la situación de desprecio y
aniquilación a la que se ha llegado ulteriormente con relación a la familia y a
la procreación humana.
Como anotaba Jean Guitton, en su obra
“Paolo VI segreto”, el papa Montini le
comentaba que “en un mañana se admitiría la procreación sin paternidad y que
todo el edificio de la moralidad quedaría disuelto”.
Según Carlo Cardia eso es lo que ha
sucedido. Se han saltado todas las barreras sobre temas como la maternidad, la
filiación anónima, la maternidad subrogada, la fecundación heteróloga, la
sustracción del padre o de la madre para confiar al niño a una pareja de dos
padres o dos madres, privándole así de la referencia complementaria. En muchos
ambientes se admite ya la quiebra de toda relación afectiva estable y
matrimonial.
Este análisis de Cardia no trata de ser
tremendista. Pero no se puede negar esa cadena de hechos y de normas,
propuestas e impuestas por organismos internacionales no elegidos
democráticamente.
A cincuenta años de distancia, tanto en
el ámbito social como en el familiar, las dos encíclicas de Pablo VI han
resultado ser verdaderamente proféticas.
José-Román Flecha Andrés