EL JUICIO Y LA FE
“Se burlaron de los mensajeros de Dios, despreciaron sus palabras y se mofaron de sus profetas, hasta que subió la ira del Señor contra su pueblo, a tal punto que ya no hubo remedio”. Resultan impresionantes estas palabras que se proclaman en la primera lectura de este domingo cuarto de Cuaresma (2 Cró 36,14-23).
La maldad y las infidelidades, tanto
del pueblo como de sus dirigentes, llegaron a provocar la ira de Dios. La
destrucción de Jerusalén y de su templo y el exilio de sus habitantes es la
consecuencia de aquella depravación. Quienes no escucharon a los profetas serían
reducidos a la esclavitud en Babilonia, hasta que Dios envió a Ciro como libertador.
El salmo responsorial canta la amargura
de aquellos deportados, que a toda costa querían mantener la esperanza de
volver a Jerusalén (Sal 136).
La segunda lectura nos recuerda que
Dios es rico en misericordia y, a pesar de nuestros pecados, nos ama hasta el
punto de hacernos vivir con Cristo (Ef 2,4-10).
LA FE Y LA SALVACIÓN
El evangelio de hoy nos lleva a revivir
aquella visita nocturna de Nicodemo (Jn 3,14-21). Jesús le anuncia que, al
igual que la serpiente de bronce que Moisés alzó en medio del campamento de los
hebreos, así será elevado él para dar la vida a los que crean en él.
En
aquella conversación sobresalen tres afirmaciones sobre Dios, que son también afirmaciones
sobre Cristo y sobre el hombre:
• Dios ama a este mundo. Es decir ama
al hombre que ha creado. Y lo ama hasta el punto de entregar a su Hijo. Lo
entrega para que no perezca ninguno de los que creen en él.
• Dios no pretende juzgar al hombre. Es
el hombre quien determina su propio juicio en virtud de su fe o su increencia
en el Hijo de Dios.
•
Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgarlo. El objeto del envío era
y es que el mundo pueda salvarse por él. Eso es lo que Dios desea para toda la
humanidad.
LA LUZ Y LA VERDAD
La
larga conversación entre Jesús y Nicodemo resume los temas principales del
evangelio de Juan. Entre ellos sobresalen los de la luz y la verdad.
• “El que obra el mal detesta la luz, y
no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras”. Es esta una
observación habitual en cualquier sociedad. En este contexto, es la luz del
Evangelio la que revela lo que el hombre es en el fondo de su alma.
• “El que obra la verdad se acerca a la
luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios”. Generalmente se piensa que la verdad es algo
que se ignora o se conoce. En este caso, la verdad es algo que se “hace”. La
luz de Cristo revela si somos de la verdad,
- Señor, Jesús, sabemos y creemos que tú
has sido enviado para nuestra salvación. Que esta fe nos ayude a vivir siempre a la luz
de tu palabra y a producir en nuestra vida las obras que tú esperas de nosotros. Amén.
José-Román Flecha Andrés