LA LIBERTAD
Eres
al mismo tiempo siervo y libre.
Siervo, porque tú te hiciste;
libre, porque Dios, que te hizo, te ama.
Y también eres libre porque amas a Aquel
que te hizo.
San Agustín, Comentario al Salmo 99,7
1ª
Estación: Jesús es condenado a muerte
Todos los regímenes políticos han publicado
a los cuatro vientos su interés por el hombre. También Pilato pudo haber hecho
semejantes «declaraciones». Pero ante un reo como Jesús, hubo de confesar que
no encontraba en él delito alguno (Jn 18,38). Ahora bien, si dejaba libre a
Jesús, el rey de la verdad, demostraba no ser amigo del César (Jn 19,12). Tenía
que elegir. Y dejó bien claro que le interesaba más su carrera política que la
libertad de un hombre.
– Jesús
Maestro, enséñanos a buscar la libertad sin traicionar a la verdad.
– Jesús
Hermano, acompaña a los que hoy son manipulados y condenados por intereses
inconfesables.
– Jesús
Señor, ayúdanos a descubrir en ti al «hombre», es decir al modelo del hombre
libre.
2ª
Estación: Jesús carga con la cruz
En muchos países se muestran todavía hoy
los calabozos o los campos de exterminio en que han sido encarcelados los
hombres y mujeres por mantenerse fieles a su propia religión. En todos esos
calabozos ha sido encerrado Jesús. Él sigue cargando con su cruz en todos los
hombres que son privados de su libertad por causa de su fidelidad a la fe o a
su propia conciencia.
– Jesús
Maestro, enséñanos a unir el sueño de la libertad con el esfuerzo por la
fidelidad.
– Jesús
Hermano, acompaña a todos los hombres y mujeres que sufren y mueren por su fe.
– Jesús
Señor, perdona nuestros fanatismos y nuestra intolerancia aparentemente
«religiosa».
3ª
Estación: Jesús cae por primera vez
En nuestra búsqueda
de la libertad, también nosotros caemos muchas veces en el camino. A veces
sucumbimos a la tentación de vender nuestra libertad a las cosas. Escuchamos la voz de la propaganda que nos invita a comprar
y consumir, desechar y destruir. Las cosas nos acosan. Nos hacemos sus
esclavos, las adoramos y, en consecuencia, nos «cosificamos». Todos terminamos
identificándonos con aquello que adoramos.
– Jesús
Maestro, enséñanos a gozar de las cosas con una libertad que no se deje
comprar.
– Jesús
Hermano, ayúdanos a mirar con sabiduría y discernimiento las ofertas más
atrayentes de este mundo.
– Jesús
Señor, danos tú el señorío impagable que brota de un corazón libre ante las
cosas.
4ª
Estación: Jesús encuentra a su madre
Cuando María se
supo escogida por Dios se puso en camino. Repitiendo el itinerario del Arca de
la Alianza, se fue a la montaña de Judá a visitar a Isabel (Lc 1,39). A llevar
la «buena noticia» a Isabel. A servir a Isabel. La que se había declarado
«esclava del Señor» se hace esclava de una persona humana. María puede ayudar
a los creyentes a entender una de las lecciones fundamentales de su Hijo: que
la libertad florece en el servicio (Mc 10,45).
– Jesús
Maestro, enséñanos a ser libres para poder servir mejor a nuestros hermanos.
– Jesús
Hermano, ayúdanos a servir a los demás como tu madre María.
– Jesús
Señor, reconocemos tu grandeza en el gesto de lavar los pies a tus discípulos
(Jn 13,14-16).
5ª
Estación: Jesús es ayudado por Simón
Cireneo
Simón de Cirene
tuvo que ser obligado a llevar la cruz de Jesús (Mt 27,32). Pero su caso no ha
sido el único. A lo largo de los tiempos, otros muchos hombres han sido
coaccionados por todos los medios de este mundo. Pero Dios no quiere santos
forzados. Quiere colaboradores libres y generosos. Jesús invita a los suyos a
llevar generosamente las cargas de los demás (Mt 5,41). «Sobrellevad los unos
las cargas de los otros» , dice Pablo (Gál 6,2).
– Jesús
Maestro, enséñanos la soberana libertad del que se ofrece a colaborar con los
demás.
– Jesús
Hermano, ayúdanos para que podamos ayudarte cada día en nuestros hermanos.
– Jesús
Señor, ayúdanos a comprender que tu yugo es fácil y tu carga ligera (Mt 11,30).
6ª
Estación: La Verónica limpia el rostro de
Jesús
Dicen que antes los hipócritas, siendo
malos, se fingían buenos. Y dicen que hoy los hipócritas esconden su bondad
para fingirse malvados. Ni aquellos eran libres ni éstos han empezado a serlo.
A todos les importa demasiado el control social, la opinión pública y la
aceptación de la moda. Esa mujer que ha sido llamada Verónica se nos presenta
como un ideal de libertad y valentía. La piadosa leyenda premia esas cualidades
con la efigie de Cristo, nada menos.
– Jesús
Maestro, enséñanos a ser fieles a nuestro ideal y a procurar que coincida con
el tuyo.
– Jesús
Hermano, ayúdanos a unir el sueño de la libertad con la decisión más valiente.
– Jesús
Señor, perdona esa cobardía nuestra que tratamos de justificar con el nombre de
libertad.
7ª
Estación: Jesús cae por segunda vez
En la búsqueda de la libertad, caemos a
veces en una segunda tentación: la de adorar a los hombres y mujeres que brillan o triunfan en nuestra sociedad. ¡A
cuántas dictaduras nos hemos sometido servilmente! ¡Y cuántas lágrimas han
costado al mundo esas servidumbres colectivas, que han llevado a la muerte y a
la esclavitud de tantos pueblos! Optar por el Señor nos libera de otros falsos
señores.
– Jesús
Maestro, enséñanos a mirar con discernimiento los ideales que se nos ofrecen
como metas.
– Jesús
Hermano, ayúdanos a buscar amigos y hermanos sinceros más que líderes
brillantes.
– Jesús
Señor, danos un corazón libre para reconocerte a ti solo como Señor de nuestras
vidas.
8ª
Estación: Jesús consuela a las mujeres de
Jerusalén
Nadie desprecie el lamento de estas mujeres
de Jerusalén que lloraban al paso de Jesús (Lc 23,27-31). Hay que reconocer que
hace falta una enorme valentía para apoyar en público al inocente que es
pisoteado. Se necesita un corazón grande, limpio y, sobre todo, libre. Quizá
por eso estas mujeres suscitan a su vez la compasión de Jesús. Él sí que
lamenta la esclavitud en la que han caído su pueblo y sus dirigentes, a pesar
de afirmar que nunca habían sido siervos de nadie (Jn 8,33).
– Jesús
Maestro, enséñanos a defender al oprimido y a crear instituciones que lo
defiendan.
– Jesús
Hermano, ayúdanos a descubrir tu rostro en las personas y en los pueblos que no
tienen defensores.
– Jesús
Señor, perdona tú el pecado de nuestra cobardía y comodidad.
9ª
Estación: Jesús cae por tercera vez
En la búsqueda de la libertad, en los
últimos tiempos hemos caído en la tentación de hacernos esclavos de las ideologías. Ideologías del poder, del
consumo o de la muerte. A lo largo de la historia, son muchos los que han
tergiversado la verdad para acomodarla a sus particulares intereses. Y somos
muchos los que les hemos seguido con la docilidad de los esclavos que no
quieren perderse un mendrugo de pan.
– Jesús
Maestro, enséñanos a vivir con la libertad que otorga la verdad limpia y
desnuda.
– Jesús
Hermano, ayúdanos a desconfiar de las ideologías del éxito y de la cultura de
la muerte.
– Jesús
Señor, danos un corazón libre y sincero, como el que reconocían en ti tus
mismos enemigos (Mt 12,14).
10ª
Estación: Jesús es despojado de
sus vestiduras
A lo largo de los siglos, pueblos y hombres
han sido despojados de sus tierras, de sus campos, de sus casas. A cambio de
fáciles promesas o de abalorios de cristal, que al final es lo mismo. Otros
hombres, como Jesús de Nazaret, han sido despojados de todo a cambio de nada:
simplemente como preludio a su muerte. Sin embargo, a pesar del despojo que
sufrieron, fueron soberanamente libres.
– Jesús
Maestro, enséñanos a vivir con lo esencial, sin preocuparnos de acumular
títulos de gloria.
– Jesús
Hermano, ayúdanos a crear estructuras justas para defender y tutelar a los
que son despojados.
– Jesús
Señor, creemos y confesamos que Tú eres nuestro único tesoro y distintivo.
11ª
Estación: Jesús es clavado en la
cruz
El evangelista
Lucas nos dice que Jesús fue llevado al Calvario con «otros dos malhechores»
para ejecutarlos con él (Lc 23,32). Como si Él promovido alguna vez motines y
sediciones. Como si hubiera intentado instalar la paz y la libertad por medio
de las armas. Su libertad no consistía en imponer suplicios, sino en asumirlos
libremente., como él había dicho: «El Padre me ama porque doy mi vida para
recobrarla de nuevo. Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente» (Jn
10,17-18).
– Jesús
Maestro, enséñanos la tolerancia elemental para respetar la libertad ajena.
– Jesús
Hermano, ayúdanos a crear instituciones que apoyen a los hombres y mujeres que
buscan ser libres.
– Jesús
Señor, perdona tú nuestros fanatismos y terrorismos y nuestra violenta
intolerancia.
12ª
Estación: Jesús muere en la cruz
Los que pasaban lo invitaban a descender de
la cruz para demostrar su extraordinaria misión (Mc 15,30). El que se
presentaba como Salvador tenía que comenzar por salvarse a sí mismo. Como si la
libertad se pudiera confundir con la deserción. No son más libres los que
abandonan la cruz, sino los que permanecen en ella hasta que «todo se ha
consumado». Hasta poder ofrecer el ejemplo supremo de la libertad. Hasta
derramar sobre el mundo el Espíritu de la libertad
– Jesús
Maestro, enséñanos que nunca es más plena la libertad que cuando se manifiesta
en la fidelidad.
– Jesús
Hermano, ayúdanos a mantenernos fieles a ti y a tu mensaje hasta la muerte.
– Jesús
Señor, perdona nuestras pequeñas o grandes traiciones a Dios y a sus hijos más
queridos.
13ª
Estación: Jesús es puesto en
brazos de su madre
Un día, al
principio de la misión de Jesús, llegó a faltar el vino en una fiesta de bodas.
María pidió discretamente a Jesús que ofreciese vino nuevo para la sed de los
invitados (Jn 2,3). Y Jesús se convirtió en causa de alegría. Ahora, al final
de la vida, va a faltar el alimento que da la vida al mundo. Al pie de la cruz,
María parece ofrecer a su Hijo como pan para el hambre de los hombres. Para que
desde ahora sea causa y bandera de libertad.
– Jesús
Maestro, enséñanos a unir la alegría de la fiesta con el compromiso por la
libertad.
– Jesús
Hermano, acompaña a todas las madres que pierden a un hijo por algún atentado
contra la libertad.
– Jesús
Señor, perdona el cinismo de los que pretendemos disculparnos, alegando nuestra
falta de libertad para obrar.
14ª
Estación: Jesús es colocado en
el sepulcro
Cuando Jesús entró
en la ciudad de Jerusalén, unos griegos vinieron a buscarle. Se habían sentido
fascinados por Él y querían escuchar su palabra. Pero Él pareció marcar un
plazo a aquella ansiedad: «Si el grano de trigo no cae al surco y muere,
permanece solo» (Jn 12,24). Ahora, arrojado ya en el surco del sepulcro, Jesús
se convierte en semilla de una libertad resucitada y nueva.
– Jesús
Maestro, enséñanos a unir la virtud de la esperanza con el riesgo de la
libertad.
– Jesús
Hermano, ayuda a todos los que te buscan impacientes para escuchar tu palabra.
– Jesús
Señor, ten compasión de esa impaciencia nuestra, que nos impide seguir el ritmo
que tú nos marcas.
José-Román Flecha Andrés
De la cruz a la luz. 20 viacrucis, Ed. Edibesa, Madrid 2015.