miércoles, 28 de febrero de 2018

VÍA CRUCIS-11 LA LIBERTAD

LA LIBERTAD

          Eres al mismo tiempo siervo y libre.
 Siervo, porque tú te hiciste;
 libre, porque Dios, que te hizo, te ama.
Y también eres libre porque amas a Aquel que te hizo.

                                                               San Agustín, Comentario al Salmo 99,7

1ª Estación: Jesús es condenado a muerte

     Todos los regímenes políticos han publicado a los cuatro vientos su interés por el hombre. También Pilato pudo haber hecho semejantes «declaraciones». Pero ante un reo como Jesús, hubo de confesar que no encontraba en él delito alguno (Jn 18,38). Ahora bien, si dejaba libre a Jesús, el rey de la verdad, demostraba no ser amigo del César (Jn 19,12). Tenía que elegir. Y dejó bien claro que le interesaba más su carrera política que la libertad de un hombre.

     – Jesús Maestro, enséñanos a buscar la libertad sin traicionar a la verdad.
     – Jesús Hermano, acompaña a los que hoy son manipulados y condenados por intereses incon­fe­sables.
     – Jesús Señor, ayúdanos a descubrir en ti al «hombre», es decir al modelo del hombre libre.

2ª Estación: Jesús carga con la cruz

     En muchos países se muestran todavía hoy los calabozos o los campos de exterminio en que han sido encarcelados los hombres y mujeres por mantenerse fieles a su propia religión. En todos esos calabozos ha sido encerrado Jesús. Él sigue cargando con su cruz en todos los hombres que son privados de su libertad por causa de su fidelidad a la fe o a su propia conciencia.
     – Jesús Maestro, enséñanos a unir el sueño de la libertad con el esfuerzo por la fidelidad.
     – Jesús Hermano, acompaña a todos los hombres y mujeres que sufren y mueren por su fe.
     – Jesús Señor, perdona nuestros fanatismos y nuestra intolerancia aparentemente «religio­sa».­

3ª Estación: Jesús cae por primera vez

     En nuestra búsqueda de la libertad, también nosotros caemos muchas veces en el camino. A veces sucumbimos a la tentación de vender nuestra libertad a las cosas. Escuchamos la voz de la propaganda que nos invita a comprar y consumir, desechar y destruir. Las cosas nos acosan. Nos hacemos sus esclavos, las adoramos y, en consecuencia, nos «cosificamos». Todos terminamos iden­tificándonos con aquello que adoramos.

     – Jesús Maestro, enséñanos a gozar de las cosas con una libertad que no se deje comprar.
     – Jesús Hermano, ayúdanos a mirar con sabiduría y discernimiento las ofertas más atrayentes de este mundo.
     – Jesús Señor, danos tú el señorío impagable que brota de un corazón libre ante las cosas.


4ª Estación: Jesús encuentra a su madre

     Cuando María se supo escogida por Dios se puso en camino. Repitiendo el itinerario del Arca de la Alianza, se fue a la montaña de Judá a visitar a Isabel (Lc 1,39). A llevar la «buena noticia» a Isabel. A servir a Isabel. La que se había declarado «esclava del Señor» se hace esclava de una persona humana. María puede ayu­dar a los creyentes a entender una de las lecciones fundamentales de su Hijo: que la libertad florece en el servicio (Mc 10,45).

     – Jesús Maestro, enséñanos a ser libres para poder servir mejor a nuestros hermanos.
     – Jesús Hermano, ayúdanos a servir a los demás como tu madre María.
     – Jesús Señor, reconocemos tu grandeza en el gesto de lavar los pies a tus discípulos (Jn 13,14-16).

5ª Estación: Jesús es ayudado por Simón Cireneo

     Simón de Cirene tuvo que ser obligado a llevar la cruz de Jesús (Mt 27,32). Pero su caso no ha sido el único. A lo largo de los tiempos, otros muchos hombres han sido coaccionados por todos los medios de este mundo. Pero Dios no quiere santos forzados. Quiere colaboradores libres y generosos. Jesús invita a los suyos a llevar generosamente las cargas de los demás (Mt 5,41). «Sobrellevad los unos las cargas de los otros» , dice Pablo (Gál 6,2).

     – Jesús Maestro, enséñanos la soberana libertad del que se ofrece a colaborar con los demás.
     – Jesús Hermano, ayúdanos para que podamos ayudarte cada día en nuestros hermanos.
     – Jesús Señor, ayúdanos a comprender que tu yugo es fácil y tu carga ligera (Mt 11,30).


6ª Estación: La Verónica limpia el rostro de Jesús

     Dicen que antes los hipócritas, siendo malos, se fingían buenos. Y dicen que hoy los hipócritas esconden su bondad para fingirse malvados. Ni aquellos eran libres ni éstos han empezado a serlo. A todos les importa demasiado el control social, la opinión pública y la aceptación de la moda. Esa mujer que ha sido llamada Verónica se nos presenta como un ideal de libertad y valentía. La piadosa leyenda premia esas cualidades con la efigie de Cristo, nada menos.

     – Jesús Maestro, enséñanos a ser fieles a nuestro ideal y a procurar que coincida con el tuyo.
     – Jesús Hermano, ayúdanos a unir el sueño de la libertad con la decisión más valiente.
     – Jesús Señor, perdona esa cobardía nuestra que tratamos de justificar con el nombre de libertad.

7ª Estación: Jesús cae por segunda vez

     En la búsqueda de la libertad, caemos a veces en una segunda tentación: la de adorar a los hombres y mujeres que brillan o triunfan en nuestra sociedad. ¡A cuántas dictaduras nos hemos sometido servilmente! ¡Y cuántas lágrimas han costado al mundo esas servidumbres colectivas, que han llevado a la muerte y a la esclavitud de tantos pueblos! Optar por el Señor nos libera de otros falsos señores.
     – Jesús Maestro, enséñanos a mirar con discernimiento los ideales que se nos ofrecen como metas.­
     – Jesús Hermano, ayúdanos a buscar amigos y hermanos sinceros más que líderes brillantes.
     – Jesús Señor, danos un corazón libre para reconocerte a ti solo como Señor de nuestras vidas.


8ª Estación: Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén

     Nadie desprecie el lamento de estas mujeres de Jerusalén que lloraban al paso de Jesús (Lc 23,27-31). Hay que reconocer que hace falta una enorme valentía para apoyar en público al inocente que es pisoteado. Se necesita un corazón grande, limpio y, sobre todo, libre. Quizá por eso estas mujeres suscitan a su vez la compasión de Jesús. Él sí que lamenta la esclavitud en la que han caído su pueblo y sus dirigentes, a pesar de afirmar que nunca habían sido siervos de nadie (Jn 8,33).

     – Jesús Maestro, enséñanos a defender al oprimido y a crear instituciones que lo defiendan.
     – Jesús Hermano, ayúdanos a descubrir tu rostro en las personas y en los pueblos que no tienen defensores.
     – Jesús Señor, perdona tú el pecado de nuestra cobardía y comodidad.

9ª Estación: Jesús cae por tercera vez

     En la búsqueda de la libertad, en los últimos tiempos hemos caído en la tentación de hacernos esclavos de las ideologías. Ideologías del poder, del consumo o de la muerte. A lo largo de la historia, son muchos los que han tergiversado la verdad para acomodarla a sus particulares intereses. Y somos muchos los que les hemos seguido con la docilidad de los esclavos que no quieren perderse un mendrugo de pan.

     – Jesús Maestro, enséñanos a vivir con la libertad que otorga la verdad limpia y desnuda.
     – Jesús Hermano, ayúdanos a desconfiar de las ideo­­logías del éxito y de la cultura de la muerte.
     – Jesús Señor, danos un corazón libre y sincero, co­mo el que reconocían en ti tus mismos enemigos (Mt 12,14).

10ª Estación: Jesús es despojado de sus vestiduras

     A lo largo de los siglos, pueblos y hombres han sido despojados de sus tierras, de sus campos, de sus casas. A cambio de fáciles promesas o de abalorios de cristal, que al final es lo mismo. Otros hombres, como Jesús de Nazaret, han sido despojados de todo a cambio de nada: simplemente como preludio a su muerte. Sin embargo, a pesar del despojo que sufrieron, fueron sobe­rana­men­te libres.

     – Jesús Maestro, enséñanos a vivir con lo esencial, sin preocuparnos de acumular títulos de gloria.
     – Jesús Hermano, ayúdanos a crear estructuras jus­tas­ para defender y tutelar a los que son despo­jados.­
     – Jesús Señor, creemos y confesamos que Tú eres nuestro único tesoro y distintivo.

11ª Estación:  Jesús es clavado en la cruz

     El evangelista Lucas nos dice que Jesús fue llevado al Calvario con «otros dos malhechores» para ejecutarlos con él (Lc 23,32). Como si Él promovido alguna vez motines y sediciones. Como si hubiera intentado instalar la paz y la libertad por medio de las armas. Su libertad no consistía en imponer suplicios, sino en asumirlos libremente., como él había dicho: «El Padre me ama porque doy mi vida para recobrarla de nuevo. Na­die me la quita; yo la doy voluntariamente» (Jn 10,17-18).

     – Jesús Maestro, enséñanos la tolerancia elemental para respetar la libertad ajena.
     – Jesús Hermano, ayúdanos a crear instituciones que apoyen a los hombres y mujeres que buscan ser libres.
     – Jesús Señor, perdona tú nuestros fanatismos y terrorismos y nuestra violenta intolerancia.

12ª Estación:  Jesús muere en la cruz

     Los que pasaban lo invitaban a descender de la cruz para demostrar su extraordinaria misión (Mc 15,30). El que se presentaba como Salvador tenía que comenzar por salvarse a sí mismo. Como si la libertad se pudiera confundir con la deserción. No son más libres los que abandonan la cruz, sino los que permanecen en ella hasta que «todo se ha consumado». Hasta poder ofrecer el ejemplo supremo de la libertad. Hasta derramar sobre el mundo el Espíritu de la libertad

     – Jesús Maestro, enséñanos que nunca es más plena la libertad que cuando se manifiesta en la fidelidad.
     – Jesús Hermano, ayúdanos a mantenernos fieles a ti y a tu mensaje hasta la muerte.
     – Jesús Señor, perdona nuestras pequeñas o grandes traiciones a Dios y a sus hijos más queridos.


13ª Estación:  Jesús es puesto en brazos de su madre

     Un día, al principio de la misión de Jesús, llegó a faltar el vino en una fiesta de bodas. María pidió discretamente a Jesús que ofreciese vino nuevo para la sed de los invitados (Jn 2,3). Y Jesús se convirtió en causa de alegría. Ahora, al final de la vida, va a faltar el alimento que da la vida al mundo. Al pie de la cruz, María parece ofrecer a su Hijo como pan para el hambre de los hombres. Para que desde ahora sea causa y bandera de libertad.

     – Jesús Maestro, enséñanos a unir la alegría de la fiesta con el compromiso por la libertad.
     – Jesús Hermano, acompaña a todas las madres que pierden a un hijo por algún atentado contra la libertad.
     – Jesús Señor, perdona el cinismo de los que pretendemos disculparnos, alegando nuestra falta de libertad para obrar.

14ª Estación: Jesús es colocado en el sepulcro

     Cuando Jesús entró en la ciudad de Jerusalén, unos griegos vinieron a buscarle. Se habían sentido fascinados por Él y querían escuchar su palabra. Pero Él pareció marcar un plazo a aquella ansiedad: «Si el grano de trigo no cae al surco y muere, permanece solo» (Jn 12,24). Ahora, arrojado ya en el surco del sepulcro, Jesús se convierte en semilla de una libertad resucitada y nueva.

     – Jesús Maestro, enséñanos a unir la virtud de la esperanza con el riesgo de la libertad.
     – Jesús Hermano, ayuda a todos los que te buscan impacientes para escuchar tu palabra.
     – Jesús Señor, ten compasión de esa impaciencia nuestra, que nos impide seguir el ritmo que tú nos marcas.
                                                                                 José-Román Flecha Andrés



De la cruz a la luz. 20 viacrucis, Ed. Edibesa, Madrid  2015.