lunes, 15 de junio de 2015

CADA DÍA SU AFÁN 21 de junio de 2015

Museo de Navarra - Capitel del Santo Job.

DESCONCIERTO ANTE EL DOLOR 
Y LA DESGRACIA
  El sufrimiento llena la vida del hombre. Es cierto que muchos dolores pueden ser aliviados por la ciencia y por la técnica. Pero siempre habrá parcelas dolorosas que no encuentran un fácil remedio ni una pronta curación. Sobre todo, cuando las dolencias se enquistan en los hondos repliegues del alma.
Una y otra vez se encuentra uno por los caminos del mundo con el escándalo del dolor. Son muchos los creyentes que dicen no entender a un Dios que parece decidido a enviarles penas y sufrimientos. Y los envía precisamente a ellos, que han tratado de aceptar sinceramente la voluntad divina.
Es comprensible este desconcierto. Y hasta la tentación de abandonar la fe en un Dios que parece abandonar a los que dicen tener fe. Sin embargo, todos tenemos que recordar que el Señor nunca nos prometió que a los que tuviéramos fe no nos iban a salpicar los problemas de la vida. 
De todas formas, los arañazos que ponen a prueba la fe de los creyentes no se reducen a las enfermedades. Uno de los sufrimientos más frecuentes en el mundo de hoy es el fracaso en el amor. Infidelidades, rupturas, divorcios, abandono del cónyuge o de los hijos. Son situaciones muy difíciles. Cualquier respuesta es insatisfactoria.
            Con frecuencia olvidamos que, aun siendo omnipotente, misericordioso y fiel, Dios no impide la libertad de las personas.  El Señor no fuerza la voluntad de los humanos, aunque sean nuestros padres o nuestros hermanos. 
No podemos ignorar que Dios no ahorró los problemas de la vida ni a su Hijo Jesús de Nazaret. Jesús aceptó la voluntad del Padre, aunque esa aceptación lo llevara al descrédito personal y a sufrir hasta la amenaza de las gentes con las que se había criado en Nazaret.  
Da la impresión que muchos de nosotros seguimos identificando a Dios con  un fontanero o con uno de esos obreros que llamamos para que vengan a arreglarnos todos los desperfectos y averías que se presentan en el hogar.  Pero Dios no puede sustituir el estudio ni el esfuerzo que precisamos para avanzar por la vida. 
Hemos de tratar de comprender que muchas personas necesitan una ayuda que no siempre logran obtener. Algunos familiares, amigos y compañeros no encuentran una pértiga para salvar los abismos que se encuentran por el camino.
No basta con darles una palmadita en la espalda. Tampoco podemos limitarnos a decirles que no se preocupen, que todo terminará por arreglarse. Hay mucha gente que necesita un apoyo fraternal o una ayuda realmente profesional para solucionar o disminuir la gravedad de sus problemas.
Ante las situaciones difíciles, siempre hay que balancear lo que creemos ganar con lo que podemos perder. Y finalmente, los que decimos creer en Dios y en su providencia hemos de  tener bien clara una conclusión: la fe no debe apoyarse en el éxito de nuestros proyectos, pero no puede llegar a hundirse por el fracaso de nuestros sueños. 

                                                                                  José-Román Flecha Andrés