“Hasta aquí llegarás y no pasarás, aquí
se romperá la arrogancia de tus olas”. Con esas órdenes terminantes Dios ha
puesto límite a los mares, según él mismo recuerda a Job (Job 38,11). Pero ¿por
qué mencionar la bravura del mar?
Como se sabe, según el libro bíblico,
Job es un hombre bueno. Ha cumplido la ley del Señor y espera que Dios
recompense su fidelidad. Lo que no se espera son los desastres que le
sobrevienen de pronto, incluida la muerte de sus hijos y su propia enfermedad.
Los amigos parecen venir a consolarle,
pero no hacen más que repetirle la tesis tradicional. Dios premia a los buenos
con bienes y castiga a los malos con males. Si a Job le han caído tantos
desastres es señal de que ha sido un malvado. Job se subleva y desafía al mismo
Dios.
Dios acude a la llamada para recordarle
que sólo Él puede frenar la fuerza de los mares. Si Job no conoce los secretos
de la naturaleza ni tiene fuerza para dominar a la creación, ¿cómo pretende
conocer el misterio de la retribución? Haría bien en callarse. Y eso es lo que
hace Job.
LAS PARADOJAS
En el evangelio de hoy aparece también
el mar. Un vendaval lanza unas olas tan grandes que el agua va llenando la
barca, en la que navegan los discípulos, llevando a Jesús a bordo (Mc 4,
35-40). Este relato tan conocido
presenta algunas paradojas.
•
Los discípulos han obedecido la indicación de Jesús de pasar a la otra orilla
del lago. Pero la obediencia al Maestro y la misión a la que les ha llamado no
les ahorran los riesgos y el peligro de hundirse en el mar.
• Jesús ha mostrado su poder contra los
demonios. Y mostrará ahora su dominio de los vientos y los mares. Pero ahí está
en la barca, dominado por el cansancio y por el sueño. Evidentemente su fuerza
se manifiesta precisamente en su debilidad.
• Los discípulos han seguido a Jesús. Y,
dominados por el miedo son capaces de pedirle ayuda. Pero el Maestro no deja de
reprocharles su cobardía y su falta de fe. Es claro que la fe se presenta como
el puente que nos ayuda a pasar del miedo a la confianza.
LAS PREGUNTAS
Este relato evangélico parece girar en
torno a dos preguntas que brotan espontáneas de la boca de los discípulos de
Jesús:
•
“Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?” En la pregunta se esconde ya
la respuesta. Es claro que a Jesús sí le importan sus discípulos. Los ha
elegido personalmente. Y presta atención a sus problemas y dificultades. Al
Señor la preocupa siempre la suerte de sus seguidores. Esta es la pregunta de
la desconfianza por parte de los seguidores de Jesús.
• “¿Pero quién es éste a quien el viento
y las aguas obedecen?” También en esta
pregunta se incluye la respuesta. Jesús es un hombre en quien se hace presente
la fuerza del Dios que había puesto fronteras a los mares. Esta es la pregunta
que revela el camino que conduce a la fe y al testimonio de la fe en el enviado
por Dios.
Así pues, los seguidores de Jesucristo
hemos de saber que la fe no va ahorrarnos las dificultades y los riesgos. Pero,
aun en medio de las dificultades, hemos de comportarnos con la confianza y la
esperanza que brotan de la fe.
- Señor Jesús,
nos consuela verte cansado y dominado por el sueño, como nos ocurre a nosotros.
Pero nos alegra saber que tú puedes calmar las tempestades que suscitan el
miedo a ahogarnos, como nos ocurre tantas veces a nosotros mismos. No nos
abandones, Señor.
José-Román
Flecha Andrés