Viernes VII
Hch
25,13-21
Jn
21,15-19 MAYO 22
Cuando
ya habían comido, Jesús preguntó a Simón Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas
más que estos?”. Pedro le contestó: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús
le dijo: “Apacienta mis corderos”. Volvió a preguntarle: “Simón, hijo de Juan,
¿me amas?”. Pedro le contestó: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le
dijo: “Apacienta mis ovejas”. Por tercera vez le preguntó: “Simón, hijo de
Juan, ¿me quieres?”. Pedro, entristecido porque Jesús le preguntaba por tercera
vez si le quería, le contestó: “Señor, tú lo sabes todo: tú sabes que te
quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas. Te aseguro que cuando eras más
joven te vestías para ir a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás
los brazos y otro te vestirá y te llevará a donde no quieras ir”. Al decir
esto, Jesús estaba dando a entender de qué manera Pedro había de morir, y cómo
iba a glorificar a Dios con su muerte. Después le dijo: “¡Sígueme!”
Preparación: En la exhortación apostólica La alegría del Evangelio, el Papa
Francisco señala entre las tentaciones
de los mensajeros del Evangelio la acedia
egoísta. Esa pereza puede tener varias causas: soñar proyectos
irrealizables y no vivir con ganas lo que se puede hacer; pretender que las
soluciones lluevan del cielo; apegarse a proyectos o sueños de éxitos
imaginados por la vanidad; perder el contacto real con el pueblo; no saber
esperar (n. 82). Algo de eso había paralizado a los discípulos de Jesús, hasta
que llegó el Espíritu Santo, cuya venida
celebramos en la fiesta de Pentecostés.
Lectura: El procurador Festo ha recibido la
visita del rey Agripa. Le informa sobre Pablo, un judío que va hablando de un
tal Jesús, ya muerto, de quien él sostiene que vive. Festo no sabe mucho de
Pablo. Pero lo que sabe es lo fundamental: que proclama la fe en la
resurrección de Jesús. También el evangelio nos remite a lo esencial. Por tres
veces Jesús se dirige a Pedro, preguntándole si le ama. A la triple traición
del apóstol, responde ahora una triple declaración de amor a su Maestro.
Meditación: “Estando tú, todo es agradable; sin
ti todo es enojoso. Tú das sosiego al corazón y segura paz y jubilosa alegría”.
Esta oración del alma, que nos dejó Tomás de Kempis en la Imitación de Cristo (3,34) nos conduce también a nosotros a lo
esencial de la vida cristiana. Jesús es la fuente de la paz y de la alegría.
Nos equivocamos cuando buscamos la serenidad en otras cosas, en otras
instituciones o en nuestros propios intereses.
Oración: Oh Dios, por la glorificación de
Cristo y la venida del Espíritu Santo nos has abierto las puertas de tu reino.
Que estos dones nos muevan a servirte con alegría y a vivir las riquezas de
nuestra fe. Amén.
Contemplación: Siete de los discípulos de Jesús
han vuelto al lago de Galilea. Es como si hubieran decidido olvidar
definitivamente la experiencia que habían vivido al lado de Jesús. Pero Jesús
no los ha olvidado a ellos. Lo contemplamos a la orilla del lago, esperando que
sus discípulos se acerquen a la orilla. Allí les ha preparado algo de comer.
Allí interroga a Pedro sobre su amor y su fidelidad. Y allí le confían el
cuidado de su rebaño. Ante esta escena, nosotros nos repetimos que no queremos
anteponer absolutamente nada a Cristo, como nos enseña la Regla de San Benito (72,11).
Acción: Hoy podemos leer, una vez más ,
ese hermoso capítulo 21 del Evangelio según San Juan. Podemos preguntarnos si
nos vemos retratados en algún momento en algún discípulo de Jesús.
José-Román Flecha Andrés