Jueves
VII
Hch 22,30; 23,6-11
Jn 17,20-26 MAYO 21
En aquel tiempo dijo
Jesús: “No te ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer
en mí al oír el mensaje de ellos. Te pido que todos ellos estén unidos; que
como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, también ellos estén en nosotros, para
que el mundo crea que tú me enviaste. Les he dado la misma gloria que tú me
diste, para que sean una sola cosa como tú y yo somos una sola cosa: yo en
ellos y tú en mí, para que lleguen a ser perfectamente uno y así el mundo sepa
que tú me enviaste y que los amas como me amas a mí. Padre, tú me los
confiaste, y quiero que estén conmigo donde yo voy a estar, para que vean mi
gloria, la gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la
creación del mundo. Padre justo, los que son del mundo no te conocen; pero yo
te conozco, y éstos también saben que tú me enviaste. Les he dado a conocer
quién eres, y seguiré haciéndolo, para que el amor que me tienes esté en ellos,
y yo mismo esté en ellos”.
Preparación: “Cristo ora por nosotros, como sacerdote nuestro; ora en nosotros,
como Cabeza nuestra; y nosotros le oramos a él como a nuestro Dios… Oramos a
él, por él y en él… Pide Cristo y pido yo. No pidas nada sin él, y él no pedirá
nada sin ti”. Estas palabras de San Agustín en el Comentario a los Salmos
(85,1) nos introducen en el ambiente
litúrgico de este día.
Lectura: Nos consuela oír en la primera lectura la promesa que Jesús dirige a
Pablo, retenido en la fortaleza romana en Jerusalén: “¡Ánimo, lo mismo que has
dado testimonio de mí en Jerusalén, así es necesario que des también testimonio
en Roma!”. En el Evangelio se nos dice que Jesús ha orado por sus discípulos. Y
por todos los que habíamos de creer en él a lo largo de los siglos. Sabemos que
él se cuida de nosotros. Su oración nos conforta y sostiene nuestra esperanza.
Meditación: Es preciso que esta
certeza se convierta hoy en el tema de
nuestra oración. Jesús ha orado por sus discípulos y por todos los que habían
de creer en él. Su oración es la prueba de su amor. Ahora bien, siempre podemos
preguntarnos por la razón de ese amor.
“Así como la causa por que amó Cristo al hombre no es el hombre sino
Dios, así también el medio por que Dios tiene prometidos tantos bienes al
hombre no es el hombre, sino Cristo”. Estas palabras de San Juan de Ávila en el
Tratado del amor de Dios (I,15) nos
ofrecen confianza y nos ayudan a reconocer nuestro puesto en el plano de la
salvación. La esperanza y la humildad son hermanas gemelas.
Oración: “Señor, que tu Espíritu nos penetre con su fuerza, para que nuestro
pensar te sea grato y nuestro obrar concuerde con tu voluntad. Por Jesucristo
nuestro Señor. Amén”.
Contemplación: Nosotros dedicamos muy poco tiempo a orar por los que nos han
precedido en el signo de la fe. Pero dedicamos menos tiempo aún a orar por
aquellos que algún día recibirán la fe que nosotros, humildemente, hemos
tratado de testimoniar con nuestra vida. Sin embargo, Jesús ha pensado en
nosotros. De nuevo contemplamos a Jesús en la “sala de arriba”. Está haciendo
oración por todos los que, a lo largo de los tiempos, habrán de creer en él.
Damos gracias por el fruto de aquella oración.
Acción: Hoy dedicamos unos momentos a imaginar a las personas a las que un día
llegará algo de la fe que nosotros hemos tratado de anunciar y testimoniar.
José-Román Flecha Andrés