Miércoles VII
Hch
20,28-38
Jn
17,11b-19 MAYO 20
En
aquel tiempo dijo Jesús: “Padre santo, cuídalos con el poder de tu nombre, el nombre
que me has dado, para que estén completamente unidos, como tú y yo. Cuando
estaba con ellos en este mundo, los cuidaba y los protegía con el poder de tu
nombre, el nombre que me has dado. Y ninguno de ellos se perdió, sino aquel que
ya estaba perdido, para que se cumpliera lo que dice la Escritura. Ahora voy a
ti; pero digo estas cosas mientras estoy en el mundo, para que ellos se llenen
de la misma perfecta alegría que yo tengo. Yo les he comunicado tu palabra;
pero el mundo los odia porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
No te pido que los saques del mundo, sino que los protejas del mal. Así como yo
no soy del mundo, tampoco ellos son del mundo. Conságralos a ti por medio de la
verdad: tu palabra es la verdad. Como me enviaste a mí al mundo, así yo los
envío. Y por causa de ellos me consagro a mí mismo, para que también ellos sean
consagrados por medio de la verdad”.
Preparación: Generalmente dirigimos nuestras
oraciones al Padre de los cielos. En la liturgia hay algunas oraciones que se
dirigen a Jesús. Es una alegría saber que Jesús ha orado por sus discípulos. En
esa oración de Jesús por los suyos, fundamenta el cristiano su decisión de
anunciar la fe hasta los confines del mundo
Lectura: En su despedida a los presbíteros
de la Iglesia de Éfeso, Pablo recuerda unas preciosas palabras de Jesús: “Más
vale dar que recibir; más dichoso es el que da que el que recibe”. En el
evangelio se recoge una parte de la
oración que, después de la última cena,
Jesús dirige al Padre por los discípulos: “Padre santo, cuídalos con el poder de tu
nombre, el nombre que me has dado, para que estén completamente unidos, como tú
y yo. Cuando estaba con ellos en este mundo, los cuidaba y los protegía con el
poder de tu nombre, el nombre que me has dado”. El nombre representa al mismo
Padre. Él ha de cuidar por los que han seguido a Jesús.
Meditación: Jesús ruega al Padre por sus
discípulos: “No te pido que los saques del mundo, sino que los protejas del
mal. Así como yo no soy del mundo, tampoco ellos son del mundo”. Jesús es del
mundo, pero lo mundanal no tiene dominio sobre él. También nosotros
permanecemos en el mundo, pero no podemos dar cabida a los pensamientos
mundanos, a las seducciones de este mundo, a la frivolidad de este mundo. Nosotros
seguimos en el mundo, como ha dicho Jesús. Pero tratamos de huir de la nada y
abrazarnos al Todo de Dios. Cada uno de
nosotros puede repetir la oración del P. Karl Rahner: “En todo busco a Dios
para huir de la nada asesina y no puedo abandonar el hombre que soy, al que
amo, pues todo te confiesa a ti, Dios-Hombre”
Oración: “Padre lleno de amor, concede a tu
Iglesia, congregada por el Espíritu Santo, dedicarse plenamente a tu servicio y
vivir unida en el amor, según tu voluntad. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén”.
Contemplación: Jesús no fue un sacerdote del
templo de Jerusalén. Pero es nuestro gran mediador. El sacerdote según el orden
cósmico de Melquisedec. Hoy lo vemos como gran intercesor. Lo contemplamos
orando por nosotros al Padre de los cielos: “Conságralos a ti por medio de la
verdad: tu palabra es la verdad”. Nuestra persona ha sido ungida por la palabra
de la verdad. De esa forma quedamos consagrados a Dios, por aquel que es el
camino, la verdad, y la vida.
Acción: Miramos atentamente a nuestras
manos. Y nos preguntamos qué podemos hacer por nuestros hermanos con estas
manos consagrada por el don de la verdad.
José-Román Flecha Andrés