Miércoles V
Hch
15,1-6
Jn
15,1-8 MAYO 21
En
aquel tiempo dijo Jesús: “Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador. Si
uno de mis sarmientos no da fruto, lo corta; pero si da fruto, lo poda y lo
limpia para que dé más. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he
hablado. Seguid unidos a mí como yo sigo unido a vosotros. Un sarmiento no
puede dar fruto por sí mismo si no está unido a la vid. De igual manera,
vosotros no podéis dar fruto si no permanecéis unidos a mí. Yo soy la vid y
vosotros sois los sarmientos. El que permanece unido a mí y yo unido a él, da
mucho fruto; pues sin mí nada podéis hacer. El que no permanece unido a mí será
echado fuera, y se secará como los sarmientos que se recogen y se queman en el
fuego. Si permanecéis unidos a mí, y si sois fieles a mis enseñanzas, pedid lo
que queráis y se os dará. Mi Padre recibe honor cuando vosotros dais mucho
fruto y llegáis así a ser verdaderos discípulos míos”.
Preparación: La liturgia de hoy nos invita a
meditar sobre la entrega de Jesús en la Eucaristía y sobre nuestra unión con el
que ha entregado la vida por nosotros. El recuerdo de la Pascua nos lleva a
examinar el sentido de la vida cristiana y nuestra fidelidad de cada día.
Lectura: En la primera lectura vemos que
Pablo y Bernabé dan cuenta a los apóstoles de lo que han hecho, pero no dejan
de subrayar que lo han llevado a cabo “con la ayuda de Dios”. En el evangelio
aparece la misma idea. En el marco de la última cena, Jesús se compara con la
vid. Y expone ante sus discípulos una experiencia bien conocida por ellos: “Un
sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no está unido a la vid. De igual
manera, vosotros no podéis dar fruto si no permanecéis unidos a mí”. Los
cristianos no podemos olvidar aquella imagen y aquella advertencia.
Meditación: Es interesante la reflexión que ha
escrito San Agustín en su Comentario al
Evangelio de San Juan: “El que cree poder dar fruto por sí mismo, no está
en la vid; el que no está en la vid, no está en Cristo; el que no está en
Cristo no es cristiano” (81,2). No se puede ser más tajante. O tal vez sí,
porque el mismo Santo añade: “En uno de estos dos lugares puede estar el
sarmiento: o en la vid o en el fuego; si no está en la vid estará en el fuego.
Esté entonces unido a la vid para no estar en el fuego” (82,3)
Oración: Señor Jesús, tu eres la vid y
nosotros los sarmientos. Agradecemos la vida que proviene de ti. Y, y gracias a
la savia de tu vida y tu palabra, esperamos producir los frutos que tú esperas
de nosotros. No permitas que nos apartemos de ti. Amén.
Contemplación: Una vez más contemplamos a Jesús
en la sala donde ha celebrado la última
cena. En su discurso de despedida denuncia la arrogancia con la que pretendemos
producir buenos frutos por nosotros mismos. Pero sólo el Señor es la fuente de
la vida. Recordamos las palabras con las que Benedicto XVI comenta esta escena:
“Si el fruto que debemos producir es el amor, una condición previa es
precisamente este permanecer, que tiene que ver profundamente con esa fe que
no se aparta del Señor”. Por nosotros mismos no podemos producir fruto. Jesús
asegura el fruto solamente si permanecemos unidos a él. Con él nace y renace la alegría.
Acción: Hoy podemos leer el hermoso texto
de Isaías 5,1-7, que contiene la canción de la viña del amigo. ¿Qué esperaba el
Señor de nosotros? ¿Y qué frutos hemos producido a lo largo de la vida?
José-Román flecha Andrés