Jueves V
Hch
15,7-21
Jn
15,9-11 MAYO 7
En
aquel tiempo dijo Jesús: “Yo os amo como el Padre me ama a mí; permaneced,
pues, en el amor que os tengo. Si obedecéis mis mandamientos, permaneceréis en
mi amor, como yo obedezco los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Os hablo así para que os alegréis conmigo y vuestra alegría sea completa”.
Preparación: En su Comentario al Evangelio de San Juan escribe San Agustín: “Donde hay
caridad, ¿qué es lo que puede faltar? Y donde no hay, ¿qué es lo que puede
aprovechar?” (83,3).
Lectura: La primera lectura nos sitúa en la
asamblea de los apóstoles, que ha sido llamada con frecuencia “el Concilio de
Jerusalén”. Lo que allí se discutía era muy importante. Los discípulos del
Señor se preguntaban si para ser sus seguidores había que pasar por las
prácticas judías. Aquella asamblea fue descubriendo que el mensaje de Jesús y,
a fin de cuentas, la salvación se abrían a un horizonte universal. Según el
evangelio, la alegría de haber sido elegidos por Jesús estaba destinada a
prolongarse por los siglos.
Meditación: El texto evangélico repite hasta
cinco expresiones vinculadas al amor. El mensaje es bien claro. El amor no lo
producimos los seres humanos. El Padre celestial es el manantial de un amor
que, pasa por Jesús y llega hasta cada uno de nosotros. No sabemos amados por
Jesús. Por eso anunciamos su amor a todos nuestros hermanos. En su exhortación La alegría del Evangelio, ha escrito el
Papa Francisco: “El verdadero misionero, que nunca deja de ser discípulo, sabe
que Jesús camina con él, habla con él, respira con él, trabaja con él. Percibe
a Jesús vivo con él en medio de la tarea misionera” (n. 266).
Oración: Padre celestial, sin mérito alguno
de nuestra parte, nos has hecho pasar de la muerte a la vida, de las tinieblas
a la luz y de la tristeza al gozo. Ayúdanos a gozarnos en esa llamada y a ser
fieles a tu voluntad. Amén.
Contemplación: Contemplamos a Jesús en el
escenario de la última cena. Y escuchamos sus palabras de despedida. En ellas
nos revela que Dios es poderoso, pero no quiere forzar a sus hijos. La elección
divina no anula la libertad humana. Cada uno de nosotros puede vivir en el amor
o en el egoísmo. Jesús espera que permanezcamos en el río del amor del Padre
que él hace llegar hasta nosotros. Pero esa permanencia no puede quedarse tan
sólo en palabras. Sólo ama a Dios quien cumple su voluntad. Bien sabemos que el
amor es creativo. Pero nosotros podemos decidirnos a guardar los mandamientos
del Señor. Y podemos cerrar los oídos a su llamada y a su canto. Jesús nos ha
dado ejemplo, al aceptar los mandatos de su Padre y permanecer en su amor.
Acción: Preguntarnos cuándo y por qué se
nos hace difícil cumplir la voluntad de Dios. Y repitamos con fe y generosidad
la tercera petición de la oración que nos enseñó Jesús: “Hágase tu voluntad en
la tierra como en el cielo”.
José-Román Flecha Andrés