Hch
16,22-34
Jn
16,5-11 MAYO 12
En
aquel tiempo dijo Jesús: “Ahora me voy para estar con el que me envió, y
ninguno de vosotros me pregunta a dónde voy; al contrario, os habéis puesto muy
tristes porque os he dicho estas cosas. Pero os digo la verdad: es mejor para
vosotros que me vaya. Porque si no me voy, el defensor no vendrá a vosotros;
pero si me voy, os lo enviaré. Cuando él venga, mostrará claramente a la gente
del mundo dónde está la culpa, dónde la inocencia y dónde el juicio. La culpa
la mostrará en ellos, porque no creen en mí; la inocencia, en mí, porque voy al
Padre y ya no me veréis; y el juicio, en el que manda en este mundo, porque ya
ha sido condenado”.
Preparación: Las alegrías y las tristezas van
entretejiendo nuestra vida. Que la palabra de Dios nos ayude a descubrir el
origen de las unas y de las otras. Pero también, su verdad y su significado más
profundo. La liturgia de hoy nos lleva a relacionar la alegría y la tristeza
con la presencia o la ausencia de Cristo en nuestra vida.
Lectura: La ciudad de Filipos se presentaba
ante Pablo como una puerta abierta a la evangelización. Los días pasados allí
transcurrieron en paz, pero solo por un tiempo. Un motín provocado llevo a
Pablo y a Silas a la cárcel. Pero ellos aprovecharon la ocasión para
evangelizar y bautizar al carcelero y a su familia. En su exhortación La alegría del Evangelio, el Papa Francisco recuerda la alegría que
llenó aquella casa (n, 5). En cambio, la tristeza parece apoderarse de los
discípulos ante el solo anuncio de que Jesús ha de volver al Padre que le envió
al mundo.
Meditación: Escribiendo sobre la catequesis a
los principiantes, afirma San Agustín que “el Espíritu Santo se nos ha dado
para que cumplamos los mandamientos, no con trabajo, sino con alegría” (CR
23,41). Nosotros tendemos a engañarnos. La cultura actual nos hace creer que
somos nosotros los que podemos determinar lo que está bien y lo que está mal.
Pero no es nuestra libertad la que marca la frontera entre lo bueno y lo malo.
El Espíritu nos ayuda a reconocer la bondad y a descubrir el fondo de nuestra
conciencia.
Oración: “Señor, que tu pueblo exulte
siempre al verse renovado y rejuvenecido en el Espíritu; y que la alegría de
haber recobrado la adopción filial afiance su esperanza de resucitar
gloriosamente”. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Contemplación: No podemos dejar de contemplar a
Jesús en el escenario de su discurso de despedida. Sus palabras parecen
misteriosas, pero nos ayudan a ver la realidad. Cuando venga el Abogado, es
decir, el Espíritu, “mostrará a la gente del mundo dónde está la culpa, dónde
la inocencia y dónde el juicio”. Es interesante ese juego de personajes y de
papeles. A los hombres nos corresponde la culpa de no creer en Cristo. Pero él
es el Justo y el Inocente y por eso retorna al Padre. Con su vida y su mensaje
ha terminado con el imperio del poder que pretende controlar el mundo y la vida
de los hombres. No nos queda más que aguardar esa visita del Espíritu que
desvelará toda la verdad.
Acción: Preguntarnos de nuevo cómo se
puede reconocer en este tiempo dónde está la culpa, dónde la inocencia y dónde
el juicio.
José-Román Flecha Andrés
José-Román Flecha Andrés