ORACIÓN
POR LOS CRISTIANOS PERSEGUIDOS
Se llaman Yeboah y Lambert. Sus
nombres serán olvidados muy pronto. Los hemos conocido el día 19 de abril de
este año 2015, gracias a un comentario de prensa firmado por Darío Menor. Son
dos de entre los 105 emigrantes que el
día 12 habían zarpado de una playa de Tripoli, en Libia, con la esperanza de
llegar a Italia.
Y efectivamente lograron
llegar a Palermo. Claro que, a lo largo de su tremenda peregrinación, han visto
morir a muchos compañeros de ilusiones y esperanzas. Unos habían muerto de
hambre y de sed. Y otros doce murieron ahogados en el mar. No, no es que
cayeran de la barcaza, es que otros los arrojaron a las aguas.
Cuando, angustiados y
temblorosos, los emigrantes se refugiaron en la oración, alguien gritó: “¡Aquí
sólo se reza a Alá!” Yeboah ha contado
que arrojaron al agua a nueve viajeros procedentes de Ghana y a otros tres procedentes
de Nigeria. Lambert ha añadido que los musulmanes dijeron expresamente que no
toleraban la presencia de cristianos a bordo.
Yeboah y Lambert se han
salvado por milagro. Son dos personas que comparten con otros muchos la
esperanza de vivir. Son dos testigos del horror al que lograron sobrevivir.
Forman parte de los que decidieron abrazarse fuertemente para resistir a la
presión de los musulmanes que deseaban empujarlos al mar.
Esta narración parece una
parábola en acción. He ahí dos prófugos del hambre y de la guerra, a los que
sólo mantiene una esperanza. Pero a las puertas de la salvación, los mismos
desgraciados que los acompañan hacia la libertad, deciden entregarlos a la
muerte. Tan solo porque son cristianos.
Casi todos los días los
medios de comunicación social nos traen la noticia de alguna nueva matanza de “cruzados”
en una parte u otra del mundo. La difusión de un vídeo nos ha hecho ver el bárbaro asesinato de 28
cristianos coptos etíopes. El Papa Francisco ha enviado un mensaje de
solidaridad al patriarca etíope Abuna Matthias.
No importa que sean de otra
confesión cristiana. “Su sangre es única e igual en su confesión de Cristo –ha
escrito el Papa-. La sangre de nuestros hermanos y hermanas cristianos es un
testimonio que grita para hacerse oír por todos los que aún saben distinguir
entre el bien el mal”.
En su última Asamblea
Plenaria, el presidente de la Conferencia Episcopal, cardenal Mons. Ricardo Blázquez dijo que “matar en
nombre de Dios es profanarlo y pervertir el sentido de su reconocimiento, que
nos pide unir la adoración de su Nombre y el servicio a los demás”.
Los obispos españoles recuerdan que la comunidad cristiana oraba por Pedro mientras estaba en la cárcel (cf.
Hch 12,5). En consecuencia, nos exhortan a orar por nuestros hermanos cristianos
perseguidos, especialmente en los días que van de la Ascensión del Señor hasta
Pentecostés. Que el Espíritu les conceda el don de la fortaleza, y que en todas
partes reinen la paz y la libertad
religiosa.
José-Román Flecha Andrés