Martes V
Hch 14,19-28
Jn 14,27-31a MAYO 20
En aquel tiempo dijo Jesús: "Os dejo la paz. Mi paz os doy, pero
no como la dan los que son del mundo. No os angustiéis ni tengáis miedo. Ya me
oísteis decir que me voy, y que vendré para estar otra vez con vosotros. Si de
veras me amaseis os habríais alegrado al saber que voy al Padre, porque él es
más que yo. Os digo esto de antemano para que, cuando suceda, creáis. Ya no
hablaré mucho con vosotros, porque viene el que manda en este mundo. Él no
tiene ningún poder sobre mí, pero así ha de ser, para que el mundo sepa que yo amo
al Padre y que hago lo que él me ha encargado”.
Preparación: Citando a Pablo VI, el Papa Francisco en su exhortación La alegría del Evangelio afirma que “la
paz se construye día a día, en la instauración de un orden querido por Dios,
que comporta una justicia más perfecta entre los hombres” (EG 221). Esta idea
nos anticipa el mensaje del evangelio de hoy.
Lectura: En la primera
lectura, escuchamos la reflexión de Pablo y Bernabé, después de sufrir una
fuerte persecución en la región de Licaonia: “Hay que pasar mucho para entrar
en el reino de Dios”. En el evangelio de hoy, situado todavía en el marco de la
última cena, Jesús nos esconde las dificultades que nos aguardan si nos
mantenemos fieles a él. Sin embargo, nos
invita a recibir el don de su paz, que nos ayudará a superar la angustia y el
miedo.
Meditación: En La alegría del
Evangelio (n. 221), el Papa Francisco explica el verdadero concepto de la
paz: • La paz social no es un irenismo, es decir el sentimiento relativista de
quienes afirman que cualquier opción moral es igualmente aceptable. • La paz
social tampoco es “una mera ausencia de violencia lograda por la imposición de
un sector sobre los otros”. • La paz social es falsa cuando es una excusa para silenciar a los más pobres y para que los más
acomodados puedan gozar tranquilamente de sus beneficios. • La paz social
tampoco se reduce a una ausencia de guerras, fruto del equilibrio siempre
precario de fuerzas.
Oración: Señor Jesús, tú
sabes que, a pesar de nuestras debilidades y tentaciones, te amamos de verdad.
Y que nos alegramos de creer que vives
junto al Padre celestial y nos invitas a participar de vuestra unión celestial.
Amén.
Contemplación: Contemplamos a
Jesús en el marco solemne y fraternal de la última cena. Y escuchamos las
palabras que dirige a sus discípulos: “Ya no hablaré mucho con vosotros, porque
viene el que manda en este mundo. Él no tiene ningún poder sobre mí, pero así
ha de ser, para que el mundo sepa que yo amo al Padre y que hago lo que él me
ha encargado”. Nos asusta que sea reducido al silencio aquel que es la Palabra
de Dios. Nos inquieta esa referencia al “que manda en este mundo”. Pero nos
llena de confianza saber que Jesús es más fuerte que el mal.
Acción: Nos preguntamos si
repetimos con sinceridad y confianza la última petición del Padre nuestro:
“Líbranos del mal”, o del Maligno.
José-Román Flecha Andrés