DE LA GUERRA A LA POLÍTICA
Aunque vivamos lejos de los escenarios en los que
han estallado los conflictos, a todos nos preocupa la guerra. Sus consecuencias
sociales y económicas nos han llevado a comprender que la guerra no está tan
lejos como habíamos creído.
Viendo el fracaso de los ideales de igualdad,
libertad y fraternidad, que veníamos pregonando durante dos siglos y medio, muchos
de nosotros llevamos tiempo escribiendo sobre la derrota que suponen siempre
las guerras, como solía decir el papa Francisco.
Recibimos dramáticas crónicas sobre el horror de la
muerte de millones de inocentes. Nos escandalizan las que el papa León XIV ha
calificado como “guerras baratas”, que se basan en la provocación del hambre y
la sed de los “enemigos”. Denunciamos la guerra y pronunciamos hermosos
discursos sobre la paz y la justicia.
Todo eso es oportuno y más que necesario. Pero todos
tenemos la sensación de que nuestro discurso no logra retirar ni un solo peón
del tablero de ese juego mortal que es la guerra. Nuestras razones pueden ser
convincentes, pero son insuficientes.
Nos lo ha dicho recientemente el político italiano Mario
Raffaelli, que ha sido subsecretario de Asuntos Exteriores de varios gobiernos de
su país. Es muy elocuente el título de un libro que acaba de publicarle en Roma
la prestigiosa editorial Studium: “Si fa presto a dire Pace”. Es decir, “se
dice pronto la paz”.
Según él, no basta con pedir insistentemente la paz,
con pregonar a todas horas su necesidad, con exhortar a los poderosos a que
anuncien treguas inmediatas y firmen nuevos pactos de no agresión.
Tras su experiencia de mediación en diversas áreas
de conflicto, afirma que la paz nunca ha sido y nunca puede ser el fruto de una
buena predicación, sea religiosa o laica. El logro de la paz exige un nuevo
contexto, en el que han de intervenir muchos elementos económicos e
institucionales y se han de promover auténticas garantías internas e
internacionales.
El autor no pretende difundir un fácil optimismo
utópico. Es posible que mediante ese nuevo contexto las partes enzarzadas en
los conflictos no lleguen a convertirse en amigas. Seguramente continuarán
siendo diferentes y probablemente, antagonistas.
Pero según él, los países implicados en conflictos
regionales o internacionales habrán de pasar siempre de la “crítica de las
armas” a las “armas de la critica”. Es decir, tanto los depositarios del poder como
los agentes económicos deberían decidirse a pasar de la guerra a la política.
Recordando el Acta de Helsinki, ha dicho el papa León XIV que es preciso “perseverar en el diálogo, reforzar la cooperación y hacer de la diplomacia la vía privilegiada para prevenir y resolver los conflictos”.
José-Román Flecha Andrés