EL EVANGELIO DE LA VIDA
El día 25 de marzo de 1995, el papa Juan Pablo II
publicaba su encíclica Evangelium
vitae sobre el valor y el carácter inviolable de la vida
humana. Ya desde el título, afirmaba que “el Evangelio de la vida está en el
centro del mensaje de Jesús”.
1.De hecho, presentando el núcleo central de su
misión redentora, Jesús dice: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en
abundancia” (Jn 10,10). Aunque se refiere a la vida nueva y eterna,
que consiste en la comunión con el Padre, es en esa vida donde encuentran pleno
significado todos los aspectos y momentos de la vida del hombre.
Toda persona abierta a la verdad y al bien puede
descubrir el valor sagrado de la vida humana desde su inicio hasta su término,
y afirmar el derecho de cada ser humano a ver respetado este bien.
El
Evangelio del amor de Dios al hombre, el Evangelio de la dignidad de la persona
y el Evangelio de la vida son un único e indivisible Evangelio.
2. Según Juan Pablo II, este anuncio era urgente
ante las amenazas a la vida de las personas y de los pueblos, especialmente
cuando ésta es débil e indefensa. A las antiguas plagas del hambre, las
enfermedades endémicas, la violencia y las guerras, se añaden otras, aún más
inquietantes.
El hecho de que las legislaciones de muchos
países hayan consentido no penar o incluso reconocer la plena legitimidad de
estas prácticas contra la vida es un síntoma preocupante y causa de un grave
deterioro moral.
Opciones, que antes se consideraban como
delictivas hoy parecen respetables. A los graves problemas demográficos,
sociales y familiares, que pesan sobre muchos pueblos del mundo se ofrecen
soluciones falsas e ilusorias, contra la verdad y el bien.
3.El resultado es dramático. Es muy grave la
eliminación de tantas vidas humanas incipientes o próximas a su ocaso. Pero es inquietante
ver que a la conciencia humana le cuesta percibir la distinción entre el bien y
el mal con relación a la vida humana.
Hoy se niega el derecho a la vida a muchos seres humanos débiles e
indefensos, como los niños aún no nacidos. Al final del siglo XIX, la Iglesia no
se calló ante los abusos entonces existentes como lo demostró el papa León
XIII. Hoy no puede callar ante las injusticias y opresiones que parecen signos
de progreso para la organización de un nuevo orden mundial.
Hace treinta años, el papa Juan Pablo II deseaba ofrecer al mundo una confirmación precisa y firme del valor de la vida humana y de su carácter inviolable. Al mismo tiempo dirigía a cada uno de nosotros una urgente llamada en nombre de Dios: “¡Respeta, defiende, ama y sirve a la vida, a toda vida humana! ¡Sólo siguiendo este camino encontrarás justicia, desarrollo, libertad verdadera, paz y felicidad!”
José-Román Flecha Andrés