EL AMOR Y LA PALABRA
“Hemos decidido el
Espíritu Santo y nosotros no imponeros más cargas que las indispensables”. En
la ciudad de Antioquia de Siria se reunía un grupo de creyentes procedentes de
la cultura y de la religión griega. Algunos hermanos, fieles a las tradiciones,
pretendían obligarlos a circuncidarse y pasar previamente por el judaísmo.
Los apóstoles y
los responsables de la comunidad de Jerusalén decidieron que no era justo
imponer esa obligación a los nuevos hermanos. Bastaban con que reconocieran a Jesús
como el Mesías de Dios. Era preciso armonizar la fidelidad al Evangelio con la
flexibilidad para extender ese mensaje a otras culturas (Hch
15,1-2.22-29).
Con razón, la liturgia
nos invita a cantar con el salmo responsorial: “Oh Dios, que te alaben los
pueblos, que todos los pueblos te alaben” (Sal 66). También los pueblos paganos.
Según el Apocalipsis, la ciudad santa de Jerusalén que desciende de Dios ha de ser la casa común de toda la humanidad (Ap 21,10-14).
FIDELIDAD Y VALENTÍA
El mensaje
evangélico de este sexto domingo de Pascua evoca de nuevo la última cena de
Jesús con sus discípulos (Jn 14,23-29). Nos hace escuchar una declaración de
Jesús que suena como su testamento y una profecía que incluye un anuncio y una
denuncia.
• “El que me ama
guardará mi palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en
él”. Guardar la palabra de aquel que es la Palabra de Dios es un regalo tan
gratuito que merece toda nuestra gratitud. Podemos guardar la palabra de Jesús
porque el Padre nos ama. Y escuchándola amaremos al Padre y al Hijo, que habitan
en nosotros.
• “El que no me ama no guardará mis palabras”. No escuchamos y guardamos la palabra del Maestro porque no lo amamos de verdad. Así que la prueba de que amamos al Señor es la disponibilidad para escuchar su palabra, la fidelidad para vivir de acuerdo con ella y la valentía para anunciarla al mundo entero.
LA AYUDA DEL SEÑOR
No debemos
desalentarnos. La misión es difícil, pero el Señor está con nosotros. Según el evangelio
de este domingo, Jesús nos ofrece su ayuda para recorrer su camino.
* “Que no tiemble
vuestro corazón ni se acobarde”. El Maestro era consciente del escándalo que
sus discípulos habían de padecer. Por eso los exhortaba a la confianza. Ni la
traición de Judas ni la negación de Pedro deberían hacerles perder la
esperanza.
* “Que no tiemble
vuestro corazón ni se acobarde”. El Maestro anunciaba ya las dificultades que
habría de encontrar la comunidad de la Iglesia a lo largo de los tiempos. A
pesar de todo, su Iglesia debería confiar en él para poder superar el
temor.
* “Que no tiemble
vuestro corazón ni se acobarde”. El Maestro sabía que el corazón es el símbolo
de la interioridad de la persona. En realidad, trataba de alentar a todos los
creyentes a aceptar la cruz y dar testimonio de él con generosidad y
valentía.
- Señor Jesús, creemos
que tú eres la palabra de Dios, que ha puesto su tienda en medio de nosotros.
Te damos gracias por la luz con que nos iluminas y por la fuerza con la que nos
ayudas a vencer el desaliento y a caminar con esperanza.
José-Román Flecha Andrés