lunes, 2 de septiembre de 2024

CADA DÍA SU AFÁN - 24 de agosto de 2024

 

CONSEJOS DE UN PADRE 

En el libro bíblico de los Proverbios se encuentran algunos consejos que un padre dirige a su hijo, tratando de orientarle para el futuro.

1. “Escucha, hijo mío, los consejos de tu padre, no rechaces las advertencias de tu madre. Serán una hermosa corona para tu cabeza, un collar para tu cuello” (Prov 1,8-9).

De los padres recibimos la vida natural y también las orientaciones para vivirla con dignidad. Quien ignora o desprecia los consejos de su padre y de su madre demuestra solamente su arrogancia y su inmadurez.

Hoy los padres no siempre pueden orientar a los hijos en cuestiones técnicas. Pero guardan para ellos el gran tesoro de los valores morales. Este proverbio considera esos consejos de los padres como los adornos más preciosos para los hijos.

2. “Hijo mío, si los pecadores quieren arrastrarte al mal, no los sigas” (Prov 1,10).

Nada les duele tanto a los padres como ver que sus hijos se dejan seducir por los promotores del mal. Es importante el verbo “arrastrar”. El hijo que se deja arrastrar por otros al mal, nunca podrá afirmar que ha sido libre.

El hombre de hoy tiene más miedo a la soledad que a la mentira. De hecho, se deja fácilmente arrastrar por la corriente del mal. Con razón dice el papa Francisco que “corriente abajo, hasta los cadáveres flotan”. Hay que aprender a nadar o remar corriente arriba.

3. “El pájaro que advierte la trampa no cae en ella” (Prov 1,17).

Este proverbio bíblico refleja la inquietud de un padre que ruega a su hijo que no se deje seducir por los que tratan de arrastrarlo al mal. La experiencia le dice que al hombre que vive de rapiñas, un día cualquiera la rapiña le cobrará la vida.

El padre ama a su hijo y no quiere verlo perecer por haberse dejado seducir por los malhechores. Es necesario que el hijo aprenda del pájaro a descubrir la trampa para no ser apresado por ella. Su vida es un bien mucho más precioso que el botín que pudiera conseguir mediante el robo.

4. “Que no te falten ni la bondad ni la fidelidad. Átalas a tu cuello, inscríbelas en las tablillas de tu corazón; así conseguirás benevolencia y estima tanto de Dios como de los hombres” (Prov 3,3-4).

Este pensamiento se inscribe en un esquema de cuatro pares de conceptos: Dos virtudes, dos formas de recordarlas, dos premios que se prometen a quien las practique y dos testigos – uno divino y otro humano- que valoran ese esfuerzo.

La bondad es el resumen de todas las virtudes que hacen feliz a la persona. Y la fidelidad es la cualidad que la mantiene en pie, a pesar de los vientos contrarios y del relativismo imperante.

Ser bien queridos por Dios y por los hombres es el mejor premio que se puede alcanzar.  Han pasado muchos siglos y ha cambiado la sociedad. Pero esas advertencias siguen siendo válidas.

                                                                              José-Román Flecha Andrés