martes, 25 de junio de 2024

CADA DÍA SU AFÁN - 20 de junio de2024

 

                                                             APÓSTOLES Y TULLIDOS

A Jesús de Nazaret le habían acercado un paralítico, descolgándolo del terrado, allá en Cafarnaúm. Y más tarde, él había encontrado en Jerusalén a otro tullido que esperaba poder acercarse hasta las aguas de la piscina de Betzatá.

Pasó el tiempo y los hechos se repitieron en un lugar y en otro. Una tarde, a la hora del incienso, Simón llamado Pedro subió con Juan a orar en el templo. A las puertas había un paralítico pidiendo limosna y compasión, con el que cruzaron la mirada.

Simon no tenía oro ni plata. Pero tenía para él una palabra de consuelo y sanación: “En nombre del Mesías, Jesús de Nazaret, echa a andar”. El paralítico “echó a andar y entró con ellos en el templo por su pie, dando brincos y alabando a Dios”.

Simòn no fue acusado por dar la salud a un paralítico de nacimiento. No. Fue acusado por hacerlo en el nombre de Jesús. Esa mención del Nazareno le costó un juicio, azotes y calabozo.

Pero ese proceso le dio también la ocasión de proclamar que “hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”. ¿Se atreverían a negarlo los hombres que decían representar a Dios?

       Algún tiempo después otro judío, llamado Saulo y por sobrenombre Pablo, se dirigió con Bernabé al altiplano de la región de Licaonia. Llegaban decididos a anunciar la Buena Nueva.

En la ciudad de Listra encontraron a un hombre tullido que nunca había caminado. Saulo lo miró fijamente y le dijo con fuerte voz: “Levántate. Ponte derecho sobre tus pies”. Y el hombre se levantó de un saltó y se puso a caminar.

Las gentes, asombradas, comenzaron a gritar en su propia lengua: “Los dioses en figura de hombres han bajado a visitarnos”. Hasta querían ofrecerles sacrificios, como si de Zeus y de Hermes se tratara.

Los dos apóstoles impidieron a gritos aquella confusión y aprovecharon el momento para denunciar la idolatría y anunciar al Dios creador de los cielos, de la tierra y de los mares.

Pero no les salió gratis la misión y el testimonio. En la ciudad de Iconio, Saulo fue apedreado y dejado por muerto a las afueras de la ciudad. La experiencia vivida en aquella región de Licaonia le enseñó a repetir una y otra vez: “Hay que pasar por muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios”.

Algún sentido ha de tener esta triple secuencia de encuentros con tullidos. La compasión y la fuerza sanadora del Maestro han pasado a sus discípulos. Simón llamado Pedro y Saulo llamado Pablo son testigos que convencen y molestan.

Precisamente por eso, también ellos han sufrido la denuncia y la persecución. La causa se repite una y otra vez. Los seguidores del Nazareno han dado testimonio de la verdad con la fuerza indiscutible de la bondad. Y eso nunca se ha tolerado fácilmente.

                                                                        José-Román Flecha Andrés